viernes, 21 de noviembre de 2014

Capítulo 25 de Dragonstones 1






 

COMIENZA LA BATALLA





En la mañana del día siguiente al que el grupo se hizo con la piedra verde, en Longoria ya estaban preparados para la batalla.





Por otra parte, en el valle al sur, un explorador se sobresaltó de pronto.

Había estado recostado sobre el tronco de un árbol, y se despertó debido a un ruido. Sonaba como un murmullo sobre la tierra, más bien como un estruendo.

Lo formaban cinco mil hombres, unos mil caballos, y algunos cañones.



Cuando vió una nube de polvo a lo lejos, supo lo que era… de modo, que no tardó en mirar con su catalejo.

Vió lo que imaginaba, al ejército de proscritos.

Decidió no perder más tiempo. Tomó su caballo y salió a galope hacia la puerta sur de la gran muralla de Longoria.



Y llegó gritando:

-¡Dejad paso, ya vienen!



Enseguida, abrieron las puertas.





Poco después, Ántrax que se estaba ocupando de todo, llegó a la sala donde se encontraba el Rey Mónckhar, y le dijo:

-Padre, ya han llegado. Acaba de decírmelo el explorador que envié.

-Sabía que estaban al llegar. Pero… no los esperaba tan pronto. ¿Están todos en su sitio? -preguntó Mónckhar a su hijo.

-Sí, padre. Todos están preparados.

-Pues, reunámonos con ellos.

-¡Estaba deseando escuchar eso!





Más tarde, ambos, que previamente se habían reunido con el Rey Almare y con el general silvano Máblung, para darles la noticia, llegaron hasta la gran muralla.

Se encontraban cerca de la puerta sur de la ciudad. Desde allí, vieron como el ejército de proscritos se acercaba.

Avanzaban despacio, porque los caballos iban tras los hombres a pie. Y además, traían cañones y escaleras de asedio.

-Deben sumar unos cinco mil hombres. Demasiados para nosotros. Sumando longorianos y elfos silvanos, sólo somos tres mil -concretó Ántrax.

-No subestimes nuestra defensa hijo. Esta muralla ha sido siempre un muro infranqueable para nuestros enemigos. Y nosotros, nos defenderemos desde aquí arriba.

-Ojala estuviera tan tranquilo como tú, padre.





Abajo, el ejército de proscritos por fin llegó hasta las inmediaciones de la muralla.



En él había hombres de todas las partes de Shakával...

...Humanos árabes, morenos tanto de piel como de pelo, altos y delgados, y de ojos oscuros. Iban armados con espadas.

...Humanos nómadas de la estepa, parecidos a los árabes, pero menos morenos. Utilizaban lanza.

...Nórdicos de piel clara y pelo pelirrojo, castaño o rubio, empleaban tanto espadas como grandes hachas. Entre ellos había algunos bárbaros y vikingos.

...Orientales, de piel amarillenta, ojos rasgados e inclinados, manejaban espadas, lanzas y ballestas.

...Sureños, de piel negra, traían lanzas.

...Pieles rojas, recurrían a lanzas y arcos.

Y, por último...

...humanos mundanos como su líder Márenon, representaban la mayoría del ejército de proscritos. Eran de piel clara y pelo que iba del negro al blanco, pasando por el castaño y el rubio.

Se valían de espadas, arcos, lanzas, cachiporras, y armas de pólvora. También, transportaban cañones y escaleras de asedio.

-La verdad… pienso que han venido bien preparados -declaró Máblung a Almare, Mónckhar y Ántrax.

-Dicen que los elfos silvanos sois los mejores arqueros de todo Shakával, y que tenéis una excelente puntería. Si eso es cierto… ¿serías capaz de acertar en el corazón de alguno de ellos, desde esta distancia? -preguntó el príncipe Ántrax a Máblung.

-¡Ni lo dudes! -contestó-. ¡Arqueros, justo cuando yo alcance al primero con una de mis flechas, lanzad las vuestras! ¡Entendido!



A su orden, los arqueros silvanos prepararon sus arcos. Seguidamente, Máblung tensó su arco con una de sus flechas, y apuntó hacia el cielo.

En un instante, la flecha salió disparada de su arco y surcó el aire. A lo lejos, se vio como impactó en el pecho de uno de los proscritos, atravesándole el corazón.



El ejército de éstos y su líder vieron como aquel hombre cayó al suelo, muerto.



-¡Malditos elfos! -exclamó Márenon-. ¡Que los arqueros, pieles rojas, se adelanten formando una primera línea, y lancen su ataque! ¡Y que tras ellos, los secunden una nueva línea de arqueros mundanos!



No había acabado de dar la orden cuando, una infinidad de flechas caía desde el cielo, alcanzando la mayoría su objetivo.

Causaron un gran número de víctimas, casi todos arqueros; pues eran los que iban delante. Pero Márenon se dijo a si mismo, que la batalla sólo había comenzado, y ahora le tocaba golpear a él.

Los arqueros pieles rojas tuvieron que avanzar más adelante porque, aunque eran muy buenos con el arco debido a que tenían una gran puntería; sus arcos no tenían la potencia que tenían los de los elfos silvanos.



Cuando se situaron a una cierta distancia… los pieles rojas lanzaron sus flechas. Unos metros detrás, venía una segunda fila de arqueros mundanos.

Mientras tanto, seguían cayendo flechas silvanas y muriendo más proscritos.

Los arqueros mundanos lanzaron también las suyas, y en el cielo, se cruzaron con la de los elfos silvanos. Y ambos bandos sufrieron más pérdidas.

Esta situación se fue sucediendo varias veces. Mientras, el ejército de proscritos avanzaba, tras sus arqueros, hacia la muralla.



-¡Dejad de lanzad flechas! ¡Que los cañones que marchan detrás, abran fuego… y que un grupo busque un gran árbol para talarlo e intentar derribar las puertas! -ordenó Márenon a su ejército.



Y los cañones abrieron fuego…



Hicieron que la impenetrable muralla longoriana no pareciese tal. Se formaron muchos agujeros en ella, pero no lograron atravesar sus tres metros de grosor, aunque si alcanzaron a varios soldados longorianos y elfos silvanos.

-¡Maldita sea! -gritó Mónckhar- . ¡Que esos condenados sepan que no son los únicos que disponen de cañones! ¡Abrid fuego!



Los que había situados en la calzada que había encima de la muralla, enseguida hicieron su cometido, como su rey había ordenado. Al alcanzar a los hombres del ejército enemigo, lograron acabar con muchos, de modo, que el ejército proscrito tuvo que romper su formación, por el pánico.



Mientras ambos bandos lanzaban fuego, los hombres del ejército proscrito habían acabado de talar un enorme árbol, que prepararon para poder atacar las puertas de Longoria.

Los cañones de ambos bandos, en ese momento, se quedaron sin munición. Pero para ese entonces, ya habían hecho mucho daño. La muralla tenía destrozos por todos lados, aunque ningún agujero. Y habían muerto longorianos y elfos.

En el bando contrario, habían sufrido innumerables pérdidas. Habían acabado con unos mil quinientos hombres. Mientras, que entre longorianos y elfos silvanos, sólo habían muerto quinientos. A pesar de todo, el ejército proscrito seguía siendo superior.



-¡Traed las escaleras de asedio! -gritó Márenon.

Inmediatamente, trajeron varias escalinatas larguísimas, para que pudieran alcanzar la altura de la muralla.

Arriba, Ántrax dijo:

-¡Que esté preparado el aceite hirviendo! ¡Intentaremos evitar que entren dentro, a cualquier precio!



Abajo, colocaron las escaleras de asedio sobre la muralla, e iban subiendo por ellas. Desde arriba, intentaban, a veces con éxito, separarlas. Los soldados proscritos caían abajo, pero, volvían a ponerlas para volver a intentar subir hasta arriba.



Al mismo tiempo, un gran número de soldados proscritos llevaron el gran tronco, ya preparado, para derribar las puertas. Arremetieron con el ariete, contra ellas, con gran fuerza, pero no lograron abrirlas… ya que desde dentro, muchos de los soldados longorianos intentaban impedírselo.



-¡Verted el aceite hirviendo! -ordenó Ántrax.



Así lo hicieron. Y los soldados que subían por las escaleras caían gritando de dolor. Pero a pesar de ello, no desistían.

Tenían que impedirlo a toda costa. Así que, tanto los arcabuceros de la muralla como los elfos silvanos tuvieron que matar a muchos para impedirlo. Pero, tanto en lo alto como en las puertas no resistirían mucho más.

El ejército de proscritos seguía intentándolo una y otra vez incansablemente, porque sabían que al final, alcanzarían su objetivo.



Arriba de la muralla, los proscritos habían logrado subir hasta final de las escaleras. Pero, los longorianos trataban de impedir su entrada, luchando contra ellos, con las espadas.

Ántrax se había unido a sus soldados. Luchaba hombro a hombro con ellos; y por el momento, conseguían su propósito.



Abajo, en las puertas, las acometidas eran cada vez más difíciles de parar. Y el soporte que mantenía la puertas cerradas, no aguantaría mucho más.

Tras ellas estaba el Rey Mónckhar preparado tras un gran número de soldados longorianos, que intentaban mantenerlas cerradas. Él y éstos intentarían defender la entrada, si los proscritos lograban abrirla.

Desde arriba, Máblung y los elfos silvanos ayudaban con sus arcos a Ántrax con los proscritos que subían por las escaleras de asedio. Y Almare y el resto de elfos disparaban flechas contra los enemigos que arremetían contra las grandes puertas del sur de la muralla.

Tanto unos elfos como otros eran una gran ayuda para los longorianos, pues sin ellos los proscritos ya habrían entrado dentro.



-¡Vamos, casi hemos alcanzado nuestro objetivo! ¡Haced un último esfuerzo, y lograremos entrar! -gritó el general Márenon, al ejército de proscritos.

Éstos respondieron alzando sus armas y dando un grito de guerra:

-¡A por ellos!



Esta vez, arremetieron como si una energía renovada los impulsara al interior. Y al fin, lograron que las puertas de Longoria cedieran.

La entrada se abrió, y algunos de los soldados que había tras ellas, cayeron al suelo derribados por el fuerte golpe.

Los proscritos entraron, y los longorianos no tuvieron más remedio que defender la entrada como pudieron.



-Seguidme -dijo Almare-. Tenemos que ayudar al Rey Mónckhar a impedir que entren en Longoria.



Los elfos silvanos que estaban junto a él lo siguieron, y dejaron a Máblung y Ántrax defendiendo la muralla.



Abajo, la lucha entre espadas, hachas y lanzas era frenética. Luego, se unieron las ballestas y arcos de los proscritos, y los arcos de los elfos silvanos.

Pero a pesar de todo, sus enemigos seguían superándolos en número. Por eso, muy a su pesar, lograron atravesar la muralla. Y allí, dentro de Longoria, siguieron luchando.



Pero, tanto abajo como en lo alto, las fuerzas del bien iban cediendo terreno al ejército de proscritos.



Pronto, caerían derrotados ante el ejército enemigo…

7 comentarios:

  1. ¡Ju, ju, ju! ¡Qué batalla! Pero parece que Longoria va a caer... A menos que... No sé, je, je, je. Tendré que esperar para saber cómo sigue esto. ¡No puedo esperar! ¡Je, je, je! ¡Saludos!

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    1. Quiere decir que te ha gustado... Espero que sí.
      Aún queda mucho, varios capítulos, para que esta batalla termine. Así que tendrás que seguirla en varias dosis. Jeje. Te auguro que lo mejor de ella está por ver. Esto solo eran los aperitivos, aún quedan varios platos y el postre. Jeje.
      Saludos.

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    2. ¡Sí, me gustó mucho! ¡¿Hay más?! ¡Ju, ju, ju! ¡Se va a poner bueno! ¡Saludos!

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  2. Madreee. Qué locura... el ejército de Longoria me ha parecido un poquito de papel...
    Me ha recordado un poco al episodio del Abismo de Helm del Señor de los Anillos (¿lo he escrito bien?). Mola :)
    Saludos.

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    1. La verdad es que llevas razón. No había caído en ello, pero ahora que lo dices tiene poco protagonismo. Bueno ya no tiene remedio. Sí, está bien escrito. El Señor de los Anillos me sirvió mucho como inspiración para esta batalla, pero ahora mismo no recuerdo que capítulo concretamente era. Tendré que echarle un vistazo, para saber a cuál te refieres.
      Saludos.

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  3. ¡Uoh! ¡Ha merecido la pena la espera! ¡Qué batalla! Cinco mil hombres contra tres mil. Aguantando las estocadas, sufriendo heridas de flechas, cañonazos... ¡Hasta el aceite hirviendo! Me ha gustado un montón.

    Lo único malo, es que ¡les has dejado al borde del colapso! Los malos ganan terreno. Espero que, aunque ahora se vean en un aprieto, Longoria se libre de este ejército de proscritos.

    Primer capítulo de la maratón, cumplido. Balance, ¡muy bueno! ^^

    ¡Hasta luego!

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    1. Wou...
      ...Parece que te ha gustado.

      Éste primero, y el último de esta batalla, creo que son los mejores de la Batalla de Longoria.
      Intenté escenificar un asedio a una muralla. Creo que ha quedado bien. Por lo menos, a mi parecer.
      Sí, los dejé contra las cuerdas. Pero aún no deben tirar la toalla. Aún hay mucha sangre que derramar en este ring, y recién cayeron las primeras gotas de sudor. Con que, aún queda mucho para que resbalen.

      Gracias.
      Espero que los demás kilómetros del maratón te resulten tan satisfactorios como éste. Jeje. Estoy deseando que llegues a la meta.
      Saludos.

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