viernes, 28 de noviembre de 2014

Capítulo 26 de Dragonstones 1









TODO SUCEDE MUY RÁPIDO


Cuando Silvan tomó la piedra verde, ésta se iluminó y emitió un resplandor del mismo color.
Todos tuvieron que cubrirse los ojos un breve instante. Después, la luz cesó un poco, aunque no del todo, y comenzaron a aparecer palabras. Silvan las leyó en voz alta, una a una:

<<El-poder-sobre-los-dragones-verdes-reside-en-una-sóla-palabra.-El-nombre-del-dragón-verde-más-viejo. >>


Una vez fuera, con el resto del grupo…

-Esto es ridículo. ¿Quién va a saberlo? -se preguntó, algo decepcionado.
-Yo -respondió Eléndil, de inmediato-. He estudiado muchos libros, y no todos estaban relacionados con la magia. Conozco el nombre de todos los dragones más importantes. Pero, no debemos pronunciar esa palabra aquí. Debemos estar fuera, en un lugar descubierto donde puedan aterrizar sin destrozar nada.

-Estoy de acuerdo -admitió el general.


En la mañana del día siguiente, agradecieron a los hombres-pájaro su ayuda y dejaron Aven.
Buscaron un claro entre las montañas y el bosque de draconia, y entonces, sucedió algo inesperado… los guerreros del caos aparecieron de improvisto, y arremetieron contra ellos.

En cuanto Justin los vio… hizo sonar el cuerno de auxilio.


Silvan entonces, dijo:
-¡No podemos esperar más, Eléndil! ¡Dime el nombre de ese dragón! ¡Necesitamos su ayuda!
-¡Ázumack! -le dijo Eléndil.

Entonces, Silvan alzó la piedra verde hacia el cielo, y lo gritó alto y claro.

Pero, no ocurrió nada.

-No te preocupes. Tardarán un rato en venir. No aparecen de la nada.
-¡Pues éstos sí que lo han hecho! -exclamó Justin, mientras uno de los guerreros del caos avanzaba en su corcel, hacia él.
Entonces, Lana intervino para ayudarlo.
Creó una ilusión… A ojos de todos, ahora era un enorme oso que se alzaba sobre sus dos patas traseras altivo, entre Justin y el enemigo. La montura de éste, al verlo, se asustó y se elevó de sus patas delanteras. De modo, que el caballo dejó caer a su jinete al suelo, y huyó del oso.
Lana volvió a su aspecto normal. Y tanto ella como Justin comenzaron a luchar contra aquel guerrero del caos.


Por otro lado, el Señor de la Guerra se dirigió hacia Silvan; y éste se preparó para defenderse.

-Déjamelo a mí. Tengo una cuenta pendiente con él. -le pidió el bárbaro, situándose delante de él.
-De acuerdo. Pero, ten cuidado. No te fue muy bien la primera vez -el general no se separó de Tristan, por si acaso.
-No me importa cual sea el primero. Caeréis los dos -aseguró aquel impresionante enemigo, desafiante.

Mientras, los demás formando parejas, se defendían como podían de los caballeros del caos. Éstas eran: Ilene y Láslandriel, Mialee e Isilion, Gúnnar y Alan, y las ya mencionadas Lana y Justin, y Tristan y Silvan.
En cambio, Eléndil luchaba sólo; y Kevin, Éric y Susan tenían que luchar juntos, para hacer frente a uno sólo de los guerreros del caos.


El Señor de la Guerra pasó con su caballo y lanzó un golpe a Tristan con su espada portadora de la muerte. Una de las espadas más poderosas que existían en Shakával. Éste logró parar el golpe con su redondo escudo de Barbaria . Pero, su brazo quedó malherido.
-¡Maldito bastardo! No me vencerás tan fácilmente. Soy un bárbaro.

Dicho esto, Tristan soltó su escudo y se lanzó sobre el Señor de la Guerra, dejándolo caer de su caballo. Ahora tenía ventaja, porque aunque las armaduras los protegían de los ataques, eran muy pesadas. Su enemigo no tardaría en levantarse… así que aprovechó el momento para atacarlo. Lanzó un fuerte golpe con su espadón, contra la cabeza del Señor de la Guerra. Pero éste se protegió con su escudo del Caos. Cómo era mágico, hizo que la fuerza del golpe se invirtiese, provocando que a Tristan le temblase todo el brazo, y se le cayese su espadón de Barbaria; quedando desarmado y  con dolor en ambos brazos.
Silvan tuvo que acudir en su ayuda, mientras se le recuperaba el brazo con el que empuñaba su espadón.
El Señor de la Guerra logró levantarse. Y antes que el líder del grupo lo atacase, se le adelantó con un golpe de espada. El general longoriano, a duras penas, pudo contrarrestarlo con la suya.

En esos momentos, llegó ayuda; varios hombres-pájaro, entre los que se encontraba Aven, los habían seguido. Éstos sabían que si los guerreros del caos buscaban la piedra verde, el grupo pronto tendría problemas. De modo, que cuando escucharon el cuerno longoriano, supieron que estaba en peligro.
Aparecieron en el cielo, armados con pequeñas lanzas que cogían de un carcaj que colgaba de sus espaldas.
Cuando las lanzaron, éstas sólo sirvieron para que los guerreros del caos descuidasen su defensa, y se viesen sorprendidos. Eléndil logró acabar con uno de ellos, y Láslandriel con otro, atravesándole la armadura. Así que, quedaban cuatro y su líder.

-Por fin, ha llegado la hora que tanto tiempo estuve esperando -le dijo el Señor de la Guerra.

Cuando éste iba a darle el golpe definitivo a Silvan, Tristan paró la espada portadora de la muerte, con un fuerte golpe.
Tuvo que utilizar toda la fuerza que tenía en los brazos para conseguirlo pero, consiguió que el líder de los guerreros del caos perdiese su espada, que cayó al suelo, cerca de Silvan.
El Señor de la Guerra asestó, entonces, un enérgico golpe con su escudo mágico, e hizo que el bárbaro perdiese la conciencia. Luego, Silvan se lanzó al ataque, pero su enemigo paró su golpe con su escudo mágico… que hizo que su espada se deshiciese en ceniza en sus manos. Éste no creía lo que veía. El Señor de la Guerra aprovechó aquel momento, para asestarle varios puñetazos, logrando que cayese al suelo. Intentó entonces, aprovechar para matarlo con su taladro del tormento, que lo llevaba en el brazo que sujetaba el escudo, dirigiéndolo hacia la cara del general longoriano. Éste aguantaba como podía, sujetándole los brazos… hasta que vio la espada del Señor de la Guerra tirada a su lado… y no lo dudó… La cogió y consiguió con su ayuda, quitarse al Señor de la Guerra de encima. Después, con un rápido y fuerte golpe, blandió aquella espada sobre el casco astado de su enemigo... y se partió en dos; dejando la cara de éste al descubierto. Silvan se quedó atónito, cuando logró ver su rostro…


Aunque, sólo quedaban otros cuatro guerreros del caos… se defendían bastante bien, frente a todos los que los atacaban. Ya, que sus armaduras eran casi impenetrables. Pero al ser minoría, poco a poco se iban cansando. No durarían mucho más, si no conseguían que las fuerzas se equilibrasen.

… -¡Éaguer! -exclamó Silvan, al ver el rostro del Señor de la Guerra.
-Ahora que has descubierto quien soy, y estoy a tu merced… deseo que me mates pronto. No quiero que me deshonres más de lo que ya lo hiciste.
-¿Por qué dices eso? Yo nunca hice tal cosa.
-Yo no diría eso. Éramos los mejores amigos. ¿Recuerdas Silvan? ¿Lo recuerdas aún?
-Claro que lo recuerdo, Éaguer -le respondió, mirándolo a los ojos.
-Sabías que sólo anhelaba una cosa, y te interpusiste en mi camino. Por eso, todo cambió entre nosotros.
-Sí. Sé que deseabas el puesto de general de las tropas longorianas. Pero yo no te lo arrebaté… Me eligieron.
-Ese puesto debió de ser mío. Lo merecía más que nadie. Por eso, cuando te eligieron a ti, a mi mejor amigo… os maldije a ti y a los longorianos.
Luego, me fui de Longoria, y vagué por todo Shakával. Y con los guerreros del caos encontré el puesto que me negaron.
-Sí. Pero a que precio, Éaguer. No has visto el aspecto que tienes. Además, no es sólo tu físico, sino tu alma. No. No dejaré que sigas así. ¡Por favor, Eléndil ven aquí! ¡Necesito tu ayuda!

El mago acudió de inmediato.

-Silvan, ¿qué ocurre?
-¿Puedes invertir el estado de un guerrero del caos? -preguntó, mirándolo directamente a los ojos.
-Creo que sí. Pero quedaré muy débil.
-Hazlo por favor. Hubo una época en la que éramos inseparables. Se lo debo.
Eléndil puso entonces, su mano sobre Éaguer. Necesitó la energía de todo su cuerpo y la de su bastón, para transmitirla a través de su mano. Poco a poco, el color de los ojos, antes rojos, se volvieron marrones, y su piel pálida, volvió a ser de un color natural. Por último, la expresión de su rostro se llenó de paz.
-Silvan, amigo mío, perdóname. Que equivocado estaba. Me ofrecieron el puesto que los longorianos no me dieron. Y lo acepté, a pesar de unirme a ellos. La magia negra que surge de sus tierras, me convirtió en el ser que viste, un guerrero del caos… un ser despreciable. Gracias, por despertarme de esta pesadilla.
-Tranquilo, Éaguer. Ya no volverás a pasar por ello, de nuevo.

En ese momento, Eléndil cayó desvanecido, pero, aún consciente.
-Ayúdame amigo. Tenemos que apartar al mago de la lucha.

Lana, al ver lo que le había sucedido a su maestro, acudió junto a ellos.
-¿Cómo estás? -le preguntó, muy preocupada.
-Muy débil. Si salimos de ésta, creo que no podré acompañaros hasta Longoria.
-Sí que podrás. Yo te ayudaré.

Lana buscó entonces a Susan. Cuando la encontró, le dijo:
-¡Necesito tu frasco! ¡Eléndil está muy débil! ¡Recuerdo que aún te quedaba para un pequeño sorbo!
-¡Sí, es cierto! ¡Tómalo!

Susan se lo lanzó, y Lana lo cogió. Luego, fue hasta su maestro y le dio de beber lo poco que quedaba. En breves instantes, recobró las energías, y estuvo mejor que nunca.
Justo después que el mago se recuperase, apareció en el cielo la ayuda que necesitaban. Lejos, se acercaban un gran número de dragones verdes, encabezados por uno algo más viejo.
Cuando se hallaron lo suficiente cerca, todos dejaron de pelear, impresionados ante su majestuosidad.

-¿Quién ha utilizado la Dragonstone verde, para reclamar nuestra ayuda? -preguntó desde el cielo, el dragón que encabezaba el grupo.
-Yo, Silvan… general del ejército longoriano. Reclamo tu ayuda, Ázumack, y la de los tuyos. Y te ordeno acabar con esos cuatro guerreros del caos.
-Así se hará -respondió.

Sus enemigos, al oír esto, intentaron huir corriendo hacia donde estaban sus monturas; pero no les dio tiempo. El líder de los dragones verdes exhaló una gran llamarada de fuego, y ni las armaduras de los guerreros del caos pudieron protegerlos en esta ocasión. Murieron los cuatro, ardiendo en llamas. Después, Ázumack aterrizó en la explanada, cerca de Silvan.

El dragón verde tenía el mismo aspecto que cualquier dragón de otro color… poderosas patas traseras, patas delanteras no menos inquietantes, todas con afiladas garras, un enorme cuerpo de reptil con escamas, una larga cola, una hilera de pelo en la parte superior de la cola que terminaba en una punta con forma de as de picas. En la parte superior del cuerpo, le nacían unas poderosas alas, tipo murciélago, con uñas.
Entre el nacimiento de las alas y las patas delanteras, le nacía un largo cuello que terminaba en una hermosa cabeza de dragón, con dos cuernos y pelo entre ellos (detrás de la cabeza, y en lo que serían sus pómulos).
Aunque parecían enormes, los verdes eran los más pequeños y débiles. Y, eran la especie de dragón menos inteligente. Aunque, seguían siendo mucho más sabios que los humanos. Exhalaban fuego y podían hablar, como la mayoría. Pero además, pertenecían a una de las seis clases de dragones buenos: los verdes, azules, blancos, plateados, de broce y dorados.

-Hola Silvan. Ha sido un placer ayudarte ¿Necesitas algo más? -preguntó el anciano dragón, con su peculiar voz de saurio.
-Sí, por favor. Necesito que nos llevéis a mis amigos y a mí, a Longoria. Debemos librar una batalla contra las fuerzas del mal.
-Será un honor para nosotros, los dragones verdes, poder ayudar a derrotarlas.
-El honor es nuestro -le dijo, en nombre de todos-. Han pasado muchos años, desde la última vez que los humanos y los dragones fueron aliados. Nos podemos considerar afortunados por poder volar sobre vosotros. Pero antes, tenemos que dar las gracias una vez más a los hombres-pájaro que acudieron en nuestra ayuda.
-No hace falta -dijo Aven-. En la lucha contra el mal, debemos estar unidos. Da igual cual sea tu naturaleza, si luchas del lado del bien.
-Muy sabias palabras -dijo Eléndil-. Me alegra haberos conocido, a vos y a los vuestros.
-Bueno, tenemos que irnos. Cada momento es importante. Quien sabe, lo que nos encontraremos cuando lleguemos a Longoria.
-Espera un momento -dijo Éaguer-. Quiero acompañaros y luchar con vosotros. Pero no, sin antes entregaros algo que os arrebaté -dicho esto, sacó La Piedra Multicolor, que ahora era de color verde, porque los dragones del mismo color estaban allí-. Tomad, os pertenece -dijo, entregando la piedra a Silvan.
-Gracias -respondió éste-. Pero, no soy yo quien debe tenerla, ni tampoco la piedra verde. Ambas deben estar en posesión de uno de los tres chicos, como dicta la profecía. Debes tenerlas tú Kevin. Ya has portado con La Piedra Multicolor antes.
-Lo acepto. Prometí que portaría La Piedra Multicolor y buscaría las Dragonstones; y eso haré -dijo Kevin, tomando las dos piedras, y guardándolas en su saquillo.

Tras decir esto, varios dragones más, aterrizaron para que el resto del grupo tuviese montura.
Silvan montó en Ázumack. Kevin en una dragona. Y todos los demás, excepto los ángeles, en el resto de los dragones que habían aterrizado en tierra firme.

Éstos alzaron el vuelo y partieron hacia Longoria.

Al principio, a todos les costó acostumbrase a ellos y a volar. Además, no llevaban silla; así, que era difícil no caerse de ellos. Pero, no tardarían en aprender. Y tenían un largo viaje para hacerlo.

6 comentarios:

  1. ¡Sí! ¡Los dragones verdes aparecieron! Además los protagonistas les dieron una lección a los guerreros del caos, je, je, je. Y qué sorpresa que el Señor de la Guerra era un viejo amigo de Silvan, bueno, un nuevo aliado más, je, je, je.

    Buen capítulo. Espero que en el siguiente continúe la invasión de Longoria. No me quiero perder esa batalla por nada. je, je, je. ¡Saludos!

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    1. Hola Nahuel.
      Ahora sí, los dragones verdes están al servicio del grupo. Sí, les costó trabajo pero los vencieron.
      Eaguer es un nuevo aliado, para suerte de ellos un genial guerrero.
      Gracias.
      No te preocupes, en el próximo sigue.
      Saludos.

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  2. El mundo es un pañuelo, oye... pero no sé si yo habría agotado las energías de un aliado para salvar a un enemigo, aunque fuera un viejo amigo.
    No pensé que los dragones aceptarán recibir órdenes, pensaba que les iban a ayudar en plan favor, no ponerse a su servicio.
    Saludos.

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    1. Sí, un pañuelo. Jeje.
      Silvan tenía un cargo de conciencia con su amigo, pensó que si había caído en aquel estado, una pequeña parte se debia a él, por eso, y porque sabía que Elendil se habría recuperado aunque necesitado más tiempo, lo hizo.
      Las Dragonstones tienen el poder de dominar a los dragones por eso sean buenos o malos, quién las posea tiene poder sobre ellos. Eso conlleva que todos quieran conseguirlas.
      Saludos.

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  3. ¡Jujuju! Las batallas no parecen cesar. Esta vez les ha tocado combatir al grupo de Silvan. Y, encima, han hecho acto de presencia los dragones verdes. Sin duda, puedo decir que este capítulo, me ha encantado también.

    Ha sido una sorpresa que el Señor de la Guerra fuese amigo de Silvan. Suerte que han conseguido que retome su humanidad, ¿verdad? :) Y encima les ha devuelto la piedra multicolor. No saben la suerte que han tenido. Estas cosas son parte del porqué me gustan tus historias, el bien, por norma general, siempre vence.

    -Inciso- En el anterior se me ha olvidado decirte que una de las escenas que más me han gustado, es la del elfo que lanza la primera flecha, partiendo el corazón de uno de los oscuros. Y la caída de miles de flechas justo después.

    ¡Y ya van dos! Balance, ¡fantástico! Me ha encantado.

    Y me voy a por el último de hoy.
    ¡Hasta ahora!

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    1. Sí, me alegro. Aunque no es tan bueno como el anterior, sí es intenso y emocionante.
      Jajaja. A que no lo esperabais nadie que fuese un antiguo amigo de Silvan. He de confesar, que yo tampoco lo tenía previsto, y fue la propia historia la que cogió vida por sí sola, y reclamó este personaje para unirse al bando de los buenos. Y me pareció un excelente idea.
      Dices bien. Por normal general siempre vence. Pero no siempre; ya lo verás, más adelante. Sino, mis historias serían muy previsibles.
      Gracias por el inciso. A mi también me gusta mucho esa escena (y otras) del capítulo anterior.

      Gracias, de nuevo. Espero que sigas tan encantada como hasta ahora. Jajaja (soy peor que una hada madrina, mi escritura supera su magia, jeje) Es broma, no quiero resultar vanidoso, y que pienses que soy un creído.

      A por el siguiente...

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