viernes, 6 de febrero de 2015

Capítulo 35 de Dragonstones 1










LA DRAGONSTONE AZUL

  Mónckhar salía de Longoria por las grandes puertas del norte, seguido de ochocientos soldados; la mayoría de ellos a caballo. Muchos llevaban arcabuces o pequeños trabucos, otros, alabardas, y el resto, espadas. Su destino, Silvanya.

Allí, se reunirían con el ejército elfo.


      Cuando llegaron, se encontraron además, a doscientos duendes y cinco hombres-árbol. Incluso, había un gnomo entre ellos, llamado Guizbo, que acompañaba a Isilión y Alan.
El ejército silvano dirigido por Máblung, estaba preparado y dispuesto a defenderse. El Rey Almare y el príncipe Isilión marcharían con los suyos… pero, la princesa Mialee, en avanzado estado, y Susan, se quedarían en Silvanya, acompañadas de las elfas que servían a la casa real, y las demás, e hijos/as de éstas.



Pronto, hicieron acto de presencia los guerreros del caos. Dirigidos por Véstark, el nuevo Señor de la Guerra, aparecieron entre Sunesti y las praderas de los caballos salvajes.

Cinco mastines del caos encabezaban el ejército… le secundaban otros cinco ogros-dragón. A continuación, venía él, acompañado de cien caballeros del caos. Luego, dos ogros… seguidos de cuatrocientos bárbaros del caos… y por último, el gran grueso del ejército; mil quinientos guerreros del caos cerraban las tropas.

Por supuesto, en los límites del bosque iluminado con las praderas de Sunesti, les esperaban ya el ejército de los elfos silvanos, muchos de ellos montados en unicornios, junto con la ayuda de los longorianos, los duendes, los hombres-árbol, Alan y Guizbo.

Dos primeras filas de arqueros silvanos tensaron sus arcos y dispararon sus flechas contra el enemigo. Éstas surcaron el cielo, y cuando cayeron, acertaron en sus objetivos. Con todo, no todas lograron su propósito. Consiguieron matar a dos mastines del caos y a un ogro-dragón, sin embargo, aunque otras alcanzaron a los otros ogros-dragón, no consiguieron derribarlos, pues debido a su gran resistencia y dura piel, no eran suficientes. Al parecer, tampoco habían hecho mella en los caballeros del caos que alcanzaron, que sobrevivieron gracias a sus formidables armaduras. Por desgracia para ellos, algunas de sus monturas no tuvieron la misma suerte… y aunque también llevaban armaduras, sólo los cubrían en parte.
El ejército del caos se lanzó en aquel momento furioso en busca de su enemigo. Entonces, se adelantaron los arcabuceros longorianos, y acabaron con un mastin del caos y dos ogros-dragón que ya estaban heridos del anterior ataque.
Provenientes de las montañas, aparecieron cinco jinetes elfos, montados con silla y todo, en cinco halcones gigantes. Iban armados con arcos… así que hicieron una pasada sobre el ejército enemigo, en busca de los bárbaros del caos, pues eran los únicos que estaban desprotegidos, sin armadura.
Lanzaron sus flechas, y todas alcanzaron a algún bárbaro; de modo, que volvieron a hacer varias pasadas. El ejercito enemigo carecía de arcos… con que no tenía modo alguno de defenderse de los jinetes de los halcones.

Al ver esto, Véstark enfureció. Pronto, él y sus caballeros se lanzaron hacia el enemigo, adelantando a los mastines y a los ogros-dragón. No contaban con los arcabuces y los trabucos de los longorianos; que los esperaban tras los primeros árboles. 
Aunque con dificultad, si les disparaban a corta distancia, la munición longoriana conseguía atravesar las armaduras de los guerreros del caos. Por si acaso, tras ellos, un gran grupo de longorianos con alabardas apuntando al enemigo, montados a caballo, se lanzaron hacia ellos.
La embestida fue brutal. En ambos bandos, caían por los suelos, heridos de muerte. Las armas causaban miembros mutilados, atravesados, o machacados, y derramamientos de sangre por doquier.
Los demás longorianos a caballo, armados con espadas, se unieron al combate. Y, a continuación, los doscientos duendes fueron en busca de los guerreros del caos. La gran mayoría marchaba a pie corriendo, junto con un montón de ratones; pero otros iban subidos en parejas en ardillas o comadrejas, o solos, volando sobre pequeños halcones y águilas, o sobre lechuzas. 
Llevaban: cerbatanas de dardos envenenados, hondas, arcos, lanzas, cuerdas de seda mágica irrompible, y hasta algunas flautas u ocarinas para amansar a las bestias y monstruos.
La mayoría de los duendes subían por los cuerpos de los guerreros del caos, solos o a lomos de las ardillas y comadrejas… y atacaban en el cuello, a través de las rendijas de las armaduras, con sus armas a los guerreros. Algunos, sobretodo los que volaban sobre las lechuzas, halcones y águilas, conseguían matar a muchos de ellos, arrebatándole primero los yelmos con las garras de sus monturas, y lanzándoles después ellos dardos envenenados.
Los ratones atacaban también a los guerreros del caos, introduciéndose entre las rendijas de sus armaduras y mordiéndoles después.
Los duendes no se contentaron con lo que ya habían conseguido… También derribaron algunos de los caballos de los guerreros del caos con las cuerdas de seda mágica… y hasta amansaron a un mastín del caos y a un ogro-dragón con la música de sus flautas y ocarinas.
Pero aún quedaban un mastín del caos y un ogro-dragón disponibles. El mastín, una fiera de largo pelaje negro, más parecida a un robweitler gigante que aun mastín; medía unos tres metros de largo, por más de un metro de alto. Disponía de unas garras, colmillos y cuernos inquietantes y afilados, dispuestos a caer sobre su presa.
Los cuernos eran pequeños. Tenían dos en vertical sobre su frente, y uno en cada mejilla. Además, su cola, que terminaba en una maza con púas, y con un gran espolón en la punta… tenía una hilera de púas, que la recorrían hasta media espalda. Con todo, en el cuello llevaban un grueso collar de metal, lleno también de púas.
El ogro-dragón en cambio, era una criatura con la parte inferior de dragón y la superior de ogro. Medía unos cuatro metros de altura, y su parte de dragón era de color verde… y aunque tenía las cuatro patas, no tenía alas.
Su parte superior comenzaba en la cintura… y era un musculoso ogro, protegido por restos de armadura, con casco incluido, y armado con una enorme hacha.

Siguiendo con la batalla…
El mastín del caos logró alcanzar a los soldados longorianos, acabando con alguno de ellos. Enseguida se le unió el ogro-dragón acabando con todo aquél que se le interponía. Hasta que hicieron acto de presencia los cinco hombres-árbol, entre los que se encontraba Jahnk. Éstos, armados con enormes rocas, atacaron al mastín del caos y al ogro-dragón.
En cuestión de minutos, acabaron con el mastín del caos que quedaba, ya que los duendes mataron al ogro-dragón y al mastín del caos que amansaron con su música. Por desgracia, no fue tan fácil con el ogro-dragón… que antes de morir, logró matar a dos hombres-árbol, a hachazos.
Hasta el momento, Véstark ya sólo contaba con unos mil quinientos guerreros del caos a pie, otros trescientos bárbaros del caos, y dos ogros. En el bando contrario, además de Mónckhar, Almare, Isilion, Máblung, Alan y Guizbo, quedaban unos quinientos soldados longorianos, otro tanto de lo mismo, de elfos silvanos, unos ciento cincuenta duendes, y tres hombres-árbol… uno de ellos era Jahnk.




Silvan, Eléndil, Kevin, Lana y el guardia estaban abrumados. En los muros de aquella ciudad había multitud de cráneos incrustados; debían pertenecer a las víctimas de sus sacrificios. Los muros igualmente, estaban adornados con dibujos en oro y cobre. 
El grupo esperaba ver al Gran Slann aquel mismo día, pero para su sorpresa les taparon las cabezas con sacos, y los condujeron a través de los pasadizos de uno de aquellos templos hasta un calabozo donde les descubrieron las caras y, dónde tendrían que esperar hasta el día siguiente. Aquella noche fue interminable…

…Por fin pasaron las horas y amaneció. Ellos pudieron verlo a través de un pequeño orificio, a modo de ventana, que había en el techo.
 Varios de aquellos saurios se acercaron momentos después hasta la celda y les abrieron la puerta. Esta vez los condujeron por aquellos pasadizos, sin sacos que les cubrieran las cabezas, pues no temían nada de ellos ya que no pasarían de aquel día con vida.
Aunque ellos no lo sabían, el itinerario era distinto al que atravesaron el día anterior.
En el recorrido pudieron ver salas llenas de tesoros que hubieran maravillado al más rico de los longorianos. Sin embargo, todo aquello ridiculizaba ante la sala donde fueron llevados. Todo en ella era deslumbrante, a la vez que demasiado cargado. Las paredes, las columnas, y hasta el trono estaban llenos de dibujos y relieves en oro, bronce o algún otro metal o mineral precioso. En contraste con todo, en el trono estaba sentado la más repugnante criatura de aquella isla… aquel al que aquellos seres llamaban el Gran Slann.

El rey de los hombres lagarto era un ingente y voluminoso sapo berrugoso, de unos tres metros de altura… que despedía un nauseabundo olor. Su piel, verde aceituna, era fláccida, bizcosa y resbaladiza. Sus grandes ojos acuosos y saltones, los penetraban con su desagradable mirada, amarga como la hiel. Bajo éstos y dos orificios que constituían su nariz, una enorme boca sin labios, escondía enrollada una larga y pegadiza lengua rojiza, semejante a una serpiente.
Sobre la cabeza llevaba una gran corona de oro, llena de plumas de ave, muy peculiar. Sus muñecas y sus tobillos estaban adornadas con brazaletes de bronce, y, de su cuello colgaba un gran collar de oro. Además, llevaba una especie de cetro, con una gran gema roja en su extremo… aunque, eso era todo. No llevaba la dragonstone azul con él.

Antes de que el enorme sapo hablase, una quietud somnolienta se apoderó sobretodo de Lana.
 -Me han informado que no queréis hablar. Quizás cambiéis de parecer, si me llevo a la chica a mi alcoba..
 -Ella nunca hará eso -dijo Kevin.
 -Ah no. Mientras me observabais la he hipnotizado con mi magia. Ahora hará todo lo que yo le pida. ¡Guardias, llevadla a mi alcoba y que todo esté listo para después del sacrificio!
 -No te atrevas a tocarla siquiera, sapo asqueroso. De todos modos, no conseguirás que hablemos -dijo Silvan.
 -Ya veo que sois muy testarudos. En cualquier caso, disfrutaré de la chica. Pero antes, lo haré con vuestras muertes. ¡Guardias, llevadlos al gran foso!
 -Eléndil, no debemos esperar más. Haz algo -le dijo Silvan.
 -No, hasta que descubramos donde se encuentra la dragonstone azul -le dijo el mago, en voz baja.
Los saurios los llevaron por nuevos pasadizos hasta una gran puerta de férreos barrotes, que se elevó para dejarlos pasar, y luego bajó para que no pudieran escapar.
Ante ellos, un intenso calor de un esplendido día soleado acaecía sobre la arena del gran foso. Era inmenso, y parecía un coliseo. Pero se diferenciaba de éste, en que el público no estaba en las gradas, ya que no las había… si no arriba, fuera de este; pues su nombre era adecuado, ya que era un grandísimo foso de unos dos mil metros cuadrados de superficie por unos cinco metros de hondura… rodeados por un muro de bloques de piedra. Arriba, alrededor de todo el foso, sobre este muro, había una balla con barrotes de hierro de dos metros y medio de altura, detrás de la cual se situaban los espectadores: saurios, eslizones, y bullywugs.
El Gran Slann ocupaba un lugar privilegiado… sobre el muro de piedra que limitaba el gran foso, a unos tres metros de altura, tenía hecho una especie de palco, donde se situaba junto a tres hembras: una sauria, una búllywug, y una eslizón, además de  dos króxigors. Bajo el palco, había otra puerta similar a la que habían traspasado ellos, aunque algo más alta. Por ella, instigado con lanzas, tridentes, y hasta un largo látigo, por hasta ocho saurios, apareció una criatura para ellos de leyenda, un zoat… una criatura increíblemente antigua, y muy poderosa, perteneciente a los bosques o selvas más antiguas de Shakával. De carácter solitario y noble, las antiguas leyendas decían de ellos que eran poderosos magos que defendían los bosques y selvas de intrusos no deseados. Debían de haberlo atrapado de alguna manera, pero… ¿cómo lo controlarían?
Los zoats además de magos eran criaturas parecidas en cierto modo, a los centauros.
Con una gran fuerza… tenían un físico de casi dos metros de alto por dos metros y medio de largo. Al igual que los centauros estaban divididos justo por la cintura en dos partes… en la inferior, de color rojo oscuro, tenían cuatro gruesas patas como columnas, semejantes a la de los elefantes, aunque más cortas, las dos delanteras, y similares a las de los rinocerontes las dos traseras… asimismo, tenían una gruesa y larga cola que le arrastraba por el suelo. Su parte superior, de color marrón oscuro, estaba formada por un poderoso torso con dos brazos hercúleos. Sobre éste, unida por un ancho cuello, se asentaba una cabeza con cara serpentina o tortuguezca, de grandes ojos y ancha boca… y un cráneo grande, ancho, fuertemente acorazado, y con ligera forma de bóveda.
Con todo, eran reptiles. Por ello, unas placas pesadas de escamas fusionadas de color púrpura les atravesaban tanto la parte superior como la inferior, desde los hombros hasta la punta de la cola, pasando por la espalda y el lomo.
Su arma preferida era una vara de madera larga, coronada por un cilindro de plata lleno de extraños símbolos grabados de un idioma muy antiguo, insertada dentro acababa en una gran maza hecha de piedra negra.

Aquella criatura llevaba una de aquellas armas.

Se decía de ellas que sólo uno zoat las manejaba de forma efectiva… y sólo, si utilizaba sus dos manos para poder aprovechar la fuerza de sus hercúleos brazos.

Al principio no distinguieron nada más pero, cuando el zoat se fue acercando vieron aquello que colgaba de su cuello… aquello por lo que se encontraban en aquella situación… de él colgaba reluciente, la dragonstone azul.

No tenía intención alguna de atacarlos pero el enorme sapo lo hizo cambiar de idea de inmediato. Gracias a su cetro que poseía una gema roja mágica muy poderosa, éste anulaba su magia. Pero además, tenía tal poder que lograba controlar la mente del zoat.

La impresionante criatura se dirigió hacia ellos. Éstos, al verlo, adoptaron una posición de defensa.
 -Ya has visto lo que cuelga de su cuello y cuales son sus intenciones. ¿Crees que ya ha llegado el momento de actuar, Eléndil? -le preguntó Silvan.
 -Sí pero no utilizaré mi magia para atacarlo. No quiero lastimarlo. El no quiere hacer lo que hace. Los zoat son criaturas muy nobles. Estoy seguro que ese sapo horrendo lo controla con una magia muy primitiva.
 -Y, ¿que tal si utilizas tu magia contra el sapo? -le aconsejó Lana.
 -No sé si sería lo mejor. Gracias a su cetro podría anular mis poderes.
 -Pero, no controlaría al zoat. Y ganaríamos tiempo.
 -Si Yúnik estuviese aquí podría intentar robarle el cetro -dijo Kevin, segundos antes de ser atacado por la criatura.
Un terrible golpe de maza golpeó la tierra del foso, justo después que Silvan salvara al muchacho.

Eléndil se apartó de la contienda, e intentó concentrarse para utilizar su magia contra el Gran Slann…

Mientras tanto, Silvan intentaba entretener al zoat esquivando todos sus golpes. Kevin procuraba ayudarlo en lo que podía, al igual que el guardia longoriano.
En unas de sus acometidas golpeó con un terrible impacto al guardia, lanzando a éste dos metros más atrás de donde se encontraba. El público, saurios, slizones y bullywugs, vibraban entusiasmados.
Cayó moribundo, ensangrentado. Entonces, el zoat que en su interior luchaba por resistirse al control del sapo, despertó durante unos segundos de su trance, preocupado por el guardia, pero ya era demasiado tarde. Éste murió instantes después.
El Gran Slann intentó dominar la mente del zoat de nuevo, y lo logró. No obstante, Eléndil, tras intentar entrar en la del sapo, sin resultado… le lanzó un rayo, pero el Gran Slann apuntó hacia el rayo con su cetro, y la gema lo absorbió. Eléndil supo entonces que aquella era una de las gemas más poderosas que existían en Shakával, a parte de las Dragonstones. El enorme sapo aprovechó que Eléndil se sentía débil tras el hechizo, para controlar su mente, en lugar de anular sus poderes con su cetro… para sorpresa de Silvan y Kevin.
Logró hacerlo, pero tuvo que poner tanto empeño que dejó de controlar la mente del zoat y la de la propia Lana, que estaba en su alcoba.
Cuando ésta volvió en sí engañó a los guardias con trucos de ilusionismo y, poniéndose su capa se volvió invisible y escapó.
En la arena del foso, Eléndil era ahora el enemigo, y el zoat el aliado; ambos se debatían en una lucha de magia.
Por fortuna, en el cielo apareció de improviso Yúnik. Kevin se emocionó al verlo, pero no perdió el tiempo, y le dijo a su dragón que le arrebatara el cetro al sapo. El dragoncito se lanzó a por él… ignorando el recibimiento que le esperaba.
El sapo le lanzó su larga lengua resbaladiza y lo agarró por el cuello, estrangulándolo. Yúnik, gracias a sus colmillos y garras pudo liberarse, y logró quitarle el cetro al sapo.
Mientras tanto, los dos magos seguían luchando…
Yúnik bajó hasta Kevin, y éste subió sobre él. Ambos se dirigieron hacia el zoat, y Kevin le lanzó el cetro.
 -Anula con él los poderes del sapo, y dejará de controlar a Eléndil -le dijo Kevin
El zoat le hizo caso, y mago quedó libre. Entonces apareció Lana también, que tras entregarles sus armas, les dijo:
 -Seguidme, he encontrado la salida.
 -De acuerdo, pero tú Kevin, regresa con Yúnik, y pide ayuda -dijo Silvan
 -¡Atraparlos! ¡Que no escapen! -gritó, mientras tanto, el Gran Slann.

Una multitud de aquellas criaturas se abalanzaron tras ellos.

 El grupo, seguidos del zoat, atravesó la puerta por donde habían entrado.
 -Seguid adelante. Intentaré entretenerlos, impidiendo que suban la puerta. Ya os alcanzaré más tarde -les dijo la criatura.

Kevin y Yúnik atravesaron la isla rápidamente. Desde el cielo, vio una manada de estegadones, comiendo hierba junto a las montañas…

Pronto llegaron a la playa, e informaron a Éaguer de lo sucedido.

Por otro lado, el grupo junto al zoat, se había adentrado en la selva, intentando huir…
…pero el ejército del Gran Slann, que no perdió el tiempo, ya los perseguía a través de ella.


      Ya en la selva, los casi doscientos soldados longorianos y Éaguer tuvieron que luchar primero con los pigmeos para poder acudir en ayuda de su general.
Sin sufrir muchas pérdidas, acabaron con la mayoría de ellos… los demás huyeron por miedo a los arcabuces.
Después, Éaguer alcanzó a Silvan y los demás y se enfrentaron a las criaturas de la selva.
El general longoriano le pidió al zoat que se marchara con Élendil y Lana, y los pusiera a salvo.
La ilusionista no estuvo muy de acuerdo, pero Silvan la hizo cambiar de opinión.
 -Sabes… durante nuestro encuentro con esas criaturas, he temido que esos seres pudieran hacerte daño. Y no me lo hubiera perdonado jamás, Lana. Quiero que sepas, que desde que nos conocimos, he llegado a sentir algo hermoso por ti. No quiero perderte ahora, que te he recuperado -le expresó el caballero, cogiéndole las manos con las suyas, y mirándola enamorado, a los ojos.
  -No tienes porqué preocuparte. Haré lo desees -se conformó Lana-. Pero prométeme que si lo hago, volverás conmigo sano y salvo -le dijo ésta, antes de besarle apasionadamente. Él, aunque no lo esperaba, le respondió del mismo modo.

Eléndil algo alejado, le dijo a su pupila:
 -¡Vamos Lana! ¡Si vas a venir, tienes que hacerlo ya!
 -¡Sí, maestro! ¡No te hago esperar más!
Ambos subieron sobre el zoat, y éste los llevó hacia el campamento de la playa.
Éaguer y Silvan se quedaron con los soldados longorianos luchando contra las criaturas; y Kevin hizo lo mismo junto a su dragoncito Yúnik, pero atacándolos desde el aire.
Durante la lucha, gracias a su dragón, que aunque aún no lanzaba fuego, sí se valía de sus garras, cola, y colmillos… consiguió matar a muchos saurios, eslizones y búllywugs, ayudado de su espada.

El líder Króxigor cuando descubrió que Silvan lideraba a los soldados longorianos, no se ando con rodeos y fue directamente a por él. Aunque Silvan ya se las había visto con criaturas más grandes que él, el króxigor parecía dominar el combate, tanto que tuvo al general longoriano tendido a sus pies…
…Cuando le lanzó el golpe de gracia, Éaguer acudió en su rescate. Con todo, no pudo evitar que Silvan saliese herido en una pierna. Éaguer logró atravesar la dura piel del króxigor, pero éste agarró con sus dos zarpas la espada de su oponente, y segundos después, le asestó con la cabeza un testarazo, logrando que se tambalease hacia atrás, mareado y desarmado. El króxigor moribundo, aprovechó, con un giro sobre sí, para con su gran hacha, cortarle la cabeza a Éaguer.
Instantes después, los dos yacían sobre el suelo, muertos.
Silvan que había presenciado la muerte de ambos, sintió amargamente la de su amigo.

Las criaturas, cuando vieron a su líder muerto a manos del enemigo, en lugar de vengarlo, dejaron la lucha, y se retiraron a su ciudad.
Entonces, Kevin también conoció la trágica noticia.
Además, poco más de cincuenta soldados longorianos quedaron vivos, contando los heridos.
Silvan también había salido herido, así que Kevin le cedió su dragón para volver al campamento de la playa.
Una vez allí, con la ayuda de Eléndil y el zoat curaron a Silvan y los soldados heridos.
Los restos de Éaguer fueron envueltos; luego, los depositaron en una pira que improvisaron, y los incineraron. Todos estaban tristes por su muerte, pero se les pasaría.

Mientras que Silvan y los demás lucharon contra el enemigo en la selva… en el campamento de la playa, Eléndil estubo contándole al zoat el motivo de su visita a la isla… la dragonstone que colgaba de su cuello. El zoat le contó también que él la había encontrado en las montañas, y que desde entonces la custodiaba para que no cayese en malas manos. El zoat había estado pensando si entregársela o no, hasta que supo que Kevin era el portador de La Piedra Multicolor.
En cuanto se enteró, no lo dudó, y decidió entregarles la dragonstone azul. El muchacho sacó entonces de su saquillo la dragonstone verde, y La Piedra Multicolor… y al igual que hicieron la primera vez invocaron a los dragones azules pronunciando el nombre del dragón azul más viejo, Krakok.

      Momentos más tarde, acudieron a ellos un gran número de aquellas bestias voladoras.

Silvan ordenó a los soldados que quedaron que regresasen en el barco; y como el zoat quería abandonar la isla… el grupo le contó que existía un bosque… el bosque iluminado, donde seguro sería muy feliz; de modo que subió al barco con los soldados.
Silvan, Eléndil, Lana y Kevin hicieron lo mismo, pero a lomos de los dragones.

El grupo de dragones azules, encabezados por Krakok y Yúnik, el dragoncito verde, se dirigieron a la batalla que se estaba librando en los prados de Sunesti…



10 comentarios:

  1. ¡Wowww! ¡Este capítulo tuvo de todo! Y ya tienen la segunda Dragonstone... Me sorprende que los longorianos tengan ¡arcabuces! ¿Son los chinos de esta historia o qué? ¡Jue, je, je, je! Y que en paz descanse Éaguer *snif* je, je, je. ¡Saludos!

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    1. Sí, es un capítulo lleno de acción, muy emocionante.
      Y por fin tienen la Dragonstone azul.
      Los longorianos son los únicos con armas de fuego porque Longoria es el reino más rico de todo Shakával. Ya lo mencioné en la batalla de Longoria, aunque no lo recuerdes.
      Como sabes, esta historia bebe de Wharhammer fantasy, si lo conoces, los longorianos son un poco como el Imperio. Aunque visten diferente.
      Éaguer murió como un héroe, salvando la vida de su amigo de siempre, Silvan. Descanse en paz.

      ¡Saludos!

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    2. ¡Ups! Se me olvidó, perdón... Como no pude contestar en el otro capítulo, lo haré aquí. Las dos historias me gustan (Dragonstones y las Crónicas de Erdwill) Pero como comencé a leer primer esta última le tengo un poquito más de aprecio. ¡je, je, je! ¡Saludos!

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    3. Gracias por hacérmelo saber Nahuel.

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  2. ¡Trepidante capítulo amigo José! plagado de acción y buen ritmo. Me resultan muy curiosos los zoats, son unas criaturas demoledoras para el combate :D
    ¡Un abrazo!

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    1. ¡Qué sorpresa!
      ¡De nuevo comentando uno de mis capítulos!
      No sabes la alegría que me llevo cada vez que alguno de los no habituales se pasa por mi blog a dejarme sus comentarios.

      Gracias.
      Como dices este capítulo está lleno de acción.
      Sí, los zoats son ancestrales y mágicos, y muy poderosos.
      Un abrazo amigo.
      Ah, y vuelve con tus comentarios cuando quieras. Siempre serás bienvenido.

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  3. Bueno, qué capítulo, tiene de todo.

    Por fin la batalla parece haber comenzado (me han gustado los mastines del caos). Y, por fin, se han hecho con la dragonstone azul (¡Bieeeen! ¡Dragones azules!) He de decir que me ha dado verdadero pavor el gran sapo, aparte de asqueroso y feo es más malo que un dolor...

    Y me ha sorprendido el beso apasionado de Silvan y Eléndil, jejeje Otra parejita ^^

    Pero también un mal momento con la muerte de Éaguer...

    Bueno, como siempre, me han encantado las bestias que has creado. Y el capítulo en general.

    ¡Buenas noches! Un besito y que descanses ^^
    (Otro día, más lectura)

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  4. Jeje. El gran sapo es como dices.
    Silvan y Lana...
    La muerte de Éaguer una pena.
    Gracias.
    Buenas noches. Un beso y a descansar.
    Te estaré esperando.

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    1. ¡¡UPS!! ¡¡¡Es verdad que es Lana!!! Ves, si te digo yo que soy un desastre con los nombres... -_-`

      Me lo grabo a fuego en la cabeza, Silvan y Laaanaaaa :P

      Me voy al próximo :)

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  5. Jeje. El gran sapo es como dices.
    Silvan y Lana...
    La muerte de Éaguer una pena.
    Gracias.
    Buenas noches. Un beso y a descansar.
    Te estaré esperando.

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