domingo, 15 de febrero de 2015

Capítulo 36 de Dragonstones 1









SE UNEN LOS ALIADOS


   Para sorpresa del enemigo y fortuna de los elfos silvanos los altos elfos acudieron a la batalla. Serían unos dos mil quinientos al frente de los cuales volaba en su pegaso Vanya. No tardaron en mostrar sus armas al enemigo. Armados con arcos, lanzas y espadas se lanzaron al ataque. Sus parientes silvanos los vitorearon cuando los vieron.

En un principio intentaron acabar con los guerreros del caos… pero pronto comprobaron que las armaduras los defendían muy bien. Con todo, lograron acabar con algunos antes de descubrir a los bárbaros del caos. De modo, que se unieron a los elfos silvanos que atacaban en sus halcones gigantes; y juntos, elfos silvanos y altos elfos, halcones gigantes y pegasos arremetieron desde el aire contra los bárbaros.

Por otro lado, Mónckhar, el rey longoriano, y Almare, el rey silvano, dirigían a sus tropas contra los guerreros del caos de Véstark. A ellos, se unieron los duendes, y también los dos hombres-árbol, pues no tenían mucho que hacer con los dos ogros.
Combatiendo a éstos últimos estaban el príncipe y el general de los elfos silvanos, Isilion y Máblung. Más tarde, se unieron a ellos Alan y el gnomo Guizbo.

Gracias a los altos elfos la batalla se fue decantando a favor de las fuerzas del bien, hasta que aparecieron nuevos aliados del mal.

Un nuevo ejército formado por orcos, orcos negros, goblins, hobgoblins, snotlings, trolls, trolls de piedra, y hasta dos gigantes, uno de ellos un cíclope; al servicio de los orcos, aparecieron por el noreste.
Algunos de los orcos traían pequeños carros de guerra tirados, unos por jabalíes gigantes, y otros, por lobos también gigantes. Estos animales eran usados igualmente como su montura.
Los goblins, sus tropas lacayas, aunque no inspiraban tanto miedo, avanzaban con unas terribles máquinas de guerra… dos catapultas. Todo esto, sin contar con el variado armamento con que contaban tanto orcos, hobgoblins, goblins, trolls y gigantes.
Los orcos -orcos y orcos negros- utilizaban escudos, lanzas, arcos y rebanadoras; los goblins -goblins y hobgoblins- y snotlings manejaban escudos, lanzas, espadas, cuchillos, hachas, mazas pequeñas, mayales, redes, y armas espora; los trolls -trolls y trolls de piedra- usaban cachiporras y mazos de piedra o cráneos de bestias; y por último, los gigantes, empleaban hachas, mazos, espadones, y enormes cachiporras, algunas de ellas ensartadas por espadas cortas.
Los orcos, criaturas inmundas, medían unos dos metros; robustos y de piernas torcidas, tenían un andar parecido al de los monos. Además, tenían unos largos brazos con los que casi alcanzaban el suelo... eran calvos y con grotezcas caras y orejas perrunas; sus mandíbulas tenían enormes colmillos, y sus ojos porcinos brillaban rojizos en la oscuridad, enterrados bajo un gran ceño. Su piel de color marrón oliva oscuro, siempre estaba cubierta de mugre.
Los orcos negros se diferenciaban de los anteriores en su tamaño y color de piel. De anchas espaldas, medían alrededor de dos metros y medio de altura, y eran mucho más musculosos. Su piel era marrón oscura-grisacea.
Los goblins medían metro y veinte centímetros, eran delgados y de color verde-negruzco; y como ambos orcos, eran calvos y tenían los ojos rojizos, pero en cambio, sus caras parecían deformes y astutas; con narices prominentes y aguileñas, grandes orejas puntiagudas, y bocas llenas de colmillos.
Los hobgoblins medían un metro con ochenta centímetros. Eran similares a los humanos, aunque andaban encorvados y tenían las piernas torcidas. Lo que más los diferenciaba de éstos, era el color de su piel, marrón-amarillento oscuro; y sus cabezas, extremadamente feas comparadas con las humanas. Tenían colmillos como los orcos y los goblins, nariz ancha como los humanos negros, orejas grandes, pequeños ojos oscuros, mejillas cubiertas de larga barba negra, y la cabeza de pelo largo, liso, y negro.
Los snotlings eran muy parecidos a los goblins. Sólo se diferenciaban de éstos en su estatura, setenta y cinco centímetros; en sus narices, algo más pequeñas; y en el color de su piel, marrón-grisáceo, con tonos verduscos. Además, sus cuerpos estaban llenos de barro seco y otras sustancias mucho peores.
Los trolls medían más de tres metros de altura. Eran moles monstruosas y retorcidas, y con unas manazas enormes.
De huesos duros y fuertes tendones, eran todo músculo, y tenían una fuerza descomunal. Sus cabezas eran grandes, con cráneos redondos, ojos hundidos de color naranja, frente prominente, y orejas grandes y puntiagudas. Por último, el color de su piel era marrón parduzco-grisáceo.
Los trolls de piedra medían tres metros y medio de altura, eran alargados… aunque caminaban encorvados… y de cuerpos fibrosos, cubiertos excepto en la barriga, los pectorales, los bíceps, y la cara, por una segunda piel pedregosa que les servía de coraza.
En sus manos y pies, tenían unas uñas larguísimas que se clavaban como dagas en sus enemigos.
Sus cabezas caían hacia delante, similares a las de un gremlin malvado, y eran todo orejas… Éstas eran extremadamente abiertas y puntiagudas, y se asemejaban en su forma a las alas de los murciélagos, aunque no en su color.
Sus ojos eran todo negro en la claridad, y se volvían todo blanco en la oscuridad.
Sus prominentes narices, eran regordetas y alargadas, y caían levemente hacia abajo, tapando parte de sus enormes bocas, llenas de un sin fin de colmillos, largos y afilados, como agujas.
En cuanto al color de su piel, eran de color azul marino-grisaceo, excepto sus orejas, sus pectorales, y su hinchada barriga, que eran de color blanco.

Y pasando a los dos gigantes…
…El primero, el gigante, medía cinco metros y medio, era musculoso, y parecía un vikingo con barba.
El segundo, el cíclope, medía cuatro metros y medio, era delgado, calvo y con barba, y tenía una única ceja castaña, sobre su enorme ojo.


Uno de los ogros... 
...criaturas que estaban en un término medio entre los humanos y los gigantes, en cuanto a físico, pues medían algo más de tres metros y medio -eran muy anchos-, moles de músculo de piel gruesa y esqueletos recios, y caras muy feas y grotescas, a medio camino entre humanas y orcas, con grandes colmillos y ojos inhumanos... 
...aprovechó el desconcierto que produjo el nuevo ejército que apareció por el flanco izquierdo, y de un mandoble de su gran hacha, cesgó la vida de Alan. Corta fue la experiencia vivida por el antiguo marinero, junto al grupo, pero muy intensa. Durante su aventura junto a ellos, sobre año y medio, se había encontrado con un dragón-tortuga, un kraken, y nereidas en el mar… aunque a algunos de estos ya los había visto antes… y con skavens, ratas-ogro, vampiros, guerreros del caos, águilas gigantes, dragones, eawoks, avens, elfos oscuros, altos elfos, elfos silvanos, halcones gigantes, duendes, dríades, gnomos, unicornios, hombres-árbol… y muchos más.

Se podía decir, que tuvo el final de vida deseado.

Tras la muerte de Alan, Isilion se subió a la espalda del ogro que mató a su compañero... que vestía unas botas de piel y una malla que le dejaba los hombros, los brazos, y los muslos al descubierto… y, tras un duro forcejeo, logró taparle los ojos a la criatura. Ésta se revolvió e intentó atacarlo, pero el príncipe silvano le cortó ambas manos, primero, y luego la cabeza.
Mientras tanto, Máblung y Guizbo seguían ocupados con el otro.

Los altos elfos dejaron de atacar al ejército de los guerreros del caos, ya muy mermado, y se dirigieron hacia el nuevo ejército.
Al verlos, los goblins prepararon las catapultas; las cargaron entre varios de ellos, con rocas, y las lanzaron. Los altos elfos sorprendidos, no tuvieron tiempo para esquivar con sus pegasos las rocas, y muchos de ellos cayeron muertos junto con sus monturas, sobre las praderas de Sunesti.
Pero pronto respondieron lanzando un sinfín de flechas hacia sus enemigos. Los arqueros orcos, vestidos en cuero negro (pantalones, abrigo, jubón, y botas) y protegidos con cascos, algunos de ellos con penachos, le devolvieron el ataque con sus arcos.
Una multitud de flechas se cruzaron en el cielo, alcanzando en gran parte, sus objetivos.
Vanya, el general de los altos elfos, intentó alcanzar con sus flechas con plumas de fénix, una de las catapultas. En su primer intento, no lo consiguió porque se hallaban muy lejos. Con todo, abrasó a muchos de los goblins que se hallaban cerca de las catapultas.
Los goblins, que vestían una especie de túnica negra y unas capuchas alargadas, -con aperturas para sus puntiagudas orejas-, parecidas a las de los nazarenos, de color azul marino en su mayoría, y algunas negras, excepto la del líder que era roja… al descubrir las intenciones del alto elfo, se apremiaron y volvieron a lanzar las catapultas… provocando incontables pérdidas en los altos elfos.

Pronto, los orcos que montaban sobre los lobos y los jabalíes gigantes se lanzaron contra el enemigo que se batía en tierra contra los guerreros del caos. Tras ellos, los seguían varios carros de orcos tirados por las mismas bestias.
Éstos a diferencia de los arqueros, vestían solamente un jubón de cuero negro con un taparrabos y unas tobilleras de piel marrón. Y, aunque no llevaban cascos, si solían llevar brazaletes y hombreras de acero, y alguna argolla en hombros, nariz u orejas.
Como armas utilizaban lanzas y algunas rebanadoras, y se protegían con escudos, normalmente de madera. Los orcos de los carros -dos por cada uno-, en cambio, utilizaban un látigo y una puya de doble punta para hostigar a las bestias... el que dirigía el carro; y una lanza… el que atacaba desde él. Además, se protegían con cascos.

Siguiendo los carros, marchaban los orcos negros. Éstos vestían un jubón sin mangas que le llegaba hasta media pierna, de cuero negro, como sus botas; sujetado con un ancho y grueso cinturón de acero, como sus brazaletes y los cascos que algunos llevaban. A parte de estos cascos, alguno de ellos con cuernos, llevaban dos rebanadoras, que utilizaban al mismo tiempo como arma y protección.

Muchos de los altos elfos decidieron bajar a tierra para enfrentarse de igual a igual con los orcos… entre ellos, Vanya.

Los snotlings, que tan sólo llevaban como prenda un taparrabos mugroso, se unieron a los goblins con sus cuchillos y mazas pequeñas para atacar a los altos elfos; otros los ayudaban a suministrar rocas a las catapultas. Los goblins utilizaban lanzas, escudos, espadas, mayales, redes, y armas espora.
Encabezando a los goblins y a los snotlings iban los hobgoblins. Vestían muy parecido a los orcos negros, aunque el jubón era a modo de chaleco, abierto por el pecho; y bajo él, tenían una malla de manga corta. Como armas utilizaban espadas, hachas, y escudos.
Tras ellos, venían los trolls, que vestían únicamente un cinturón con un taparrabos, e iban armados con cachiporras y grandes mazos de piedra. Los trolls de piedra vestían igual, aunque utilizaban mazos de piedra rudimentarios, -un palo con una roca atada-; y escupían ácido de sus estómagos, capaz de matar o herir aquello que alcanzaba.
Cerrando el grupo, un gigante y un cíclope. El primero vestía como los vikingos… con pieles y partes de armaduras, -dejando los brazos y muslos al descubierto…-, y casco con cuernos. Incluso llevaba varios cráneos de sus víctimas colgando de su cintura; e iba armado con una enorme hacha, un espadón, y una cachiporra ensartada por varias espadas cortas. El cíclope vestía parecido al clan de bárbaros de los yenai. Con la mayor parte de su cuerpo a la intemperie, sólo llevaba un taparrabos, unos mangotes y unas botas de piel. De su cintura, en lugar de cráneos, colgaban dos cabezas de distintas razas; y como armas, utilizaba un gran mazo, y enormes rocas que lanzaba sobre sus enemigos.


Cuando la batalla estaba alcanzando su punto álgido, apareció por el noroeste un ejército formado por mil bárbaros del clan de los yumerios a lomos de sus robustos caballos. Encabezados por su líder Ghakan, y por Tristan, también yumerio; además de Gúnnar el enano nórdico y Jim el kender, en sus ponis; de Éric en su unicornio, y de los ángeles Láslandriel e Ilene, que volaban sobre ellos.

Enseguida le hicieron frente los bárbaros del caos, y poco después, los guerreros del caos. Los elfos silvanos, junto con los longorianos, los duendes, algún que otro hombre-árbol que quedaba, y… Almare, Mónckhar, Isilion, Máblung y Guizbo, al recibir la ayuda de los yumerios, decidieron unirse a Vanya y los altos elfos para contrarrestar la superioridad del ejército de orcos, goblins, snotlings, trolls y gigantes.

Éric había avanzado mucho con la espada en un año. Con lo que le gustaba la aventura y el riesgo el ser un caballero le apasionaba. Y, aunque tan sólo contaba con quince años se defendía muy bien. A su lado se encontraban Gúnnar y Jim pero, Éric se bastaba sólo para acabar con muchos de los bárbaros del caos. el mediano en cambio, debido a su corta experiencia en la lucha, no lo hacía muy bien. Suerte que, Gúnnar lo defendía con su hacha, acabando con todo el que se acercaba demasiado al kender.

Los ángeles, sin embargo, decidieron enfrentarse a rivales más fuertes, como eran los guerreros del caos. Utilizaban sus armas y su magia contra ellos… aún así, las fuerzas estaban muy igualadas. Ghakan y Tristan se enfentaban a todo aquél que se les ponía por delante, ya fuera bábaro o guerrero, y líderaban a los yumerios con mucho criterio.

Los orcos, a lomos de los jabalíes y lobos gigantes, alcanzaron a los altos elfos que bajaron a tierra, y comenzaron una dura y encarnizada batalla. Poco después, se les unieron los orcos negros.

Los elfos silvanos fueron a por los hobgoblins; y los duendes, a por los goblins y snotlings.

Por otro lado, Isilión, Máblung, y Guizbo, que habían logrado acabar con el ogro que quedaba… resultando Máblung herido durante el combate, se habían unido a los reyes Almare y Mónckhar para luchar contra los trolls.

Los dos hombres-árbol y los pocos longorianos que quedaban se enfrentaron a los trolls de piedra.

Los gigantes, en cambio, lucharon a su antojo de un lado para otro… pues ninguno le ofrecía resistencia.


La batalla de las praderas de Sunesti había congregado a un grupo muy variopinto. Y, tanto en un bando como en otro, sufrieron muchas pérdidas. Al amanecer del segundo día, aparecieron los dragones azules. Silvan, Eléndil y Lana, montaban en ellos; y Kevin en Yúnik, su dragoncito verde. En aquél momento no quedaban bárbaros del caos, ni snotlings…

En las fuerzas del mal quedaban unos quinientos guerreros del caos, mil orcos y doscientos orcos negros, quinientos goblins y cien hobgoblins, tres de los cuatro trolls y dos de los tres trolls de piedra que vinieron… y los dos gigantes; uno de ellos un cíclope.
En las fuerzas del bien quedaban Mónckhar, Almare, Isilion, Máblung, Guizbo y Vanya… unos doscientos soldados longorianos, trescientos elfos silvanos, dos de ellos sobre halcones gigantes, cincuenta duendes, Jahnk como único hombre-árbol, y mil quinientos altos elfos.


Los goblins lanzaron sus catapultas contra los dragones. Y, aunque derribaron a dos de ellos, los demás no perdieron tiempo y fueron a vengar a sus compañeros, incendiando las catapultas.
Con todo, los arqueros orcos intentaron detenerlos con sus flechas; pero éstas inútilmente se clavaban en la dura piel de los dragones, produciéndoles heridas insignificantes. Sin embargo, las que les alcanzaban las alas, si lograban su cometido… y los dragones caían sobre la tierra de batalla, heridos, aplastando al que andubiese por allí, ya fuese de un bando u otro.

Los yumerios eran guerreros extraordinarios. Habían acabado con los bárbaros del caos en un santiamén, a pesar que éstos también lo eran. Sin embargo, su minoría les hizo ser derrotados. Tristan luchó contra su líder, venciéndolo en un duro combate. Por su parte, Ghakan se enfrentaba en estos momentos a Véstark. Los dos eran unos guerreros formidables, con todo, el guerrero del caos tenía la ventaja de su armadura.
No obstante, utilizó la ventaja del enemigo volviéndola en su contra… con su escudo reflejó la luz mágica que irradiaban las runas de la armadura de Véstark, y dejó cegado al Señor de la Guerra durante unos instantes. No perdió el tiempo y atacó el punto débil de la armadura, el cuello. Véstark recobró parte de su visión justo cuando iba a recibir el ataque, y lo hirió gravemente, antes que éste  lo matara, sesgándole la cabeza.

      Por otro lado, Éric se había comportado como un caballero. Mató a muchos bárbaros del caos. Pero ahora, que no quedaban, junto a Gúnnar y Jim intentaba defenderse de los guerreros del caos… pues poca cosa podían hacer contra ellos.
Los ángeles en cambio, si podían luchar contra ellos con esperanzas, tenían excelentes armas, y podían utilizar la magia. Además, si lo consideraban necesario, podían atacarlos desde el aire, sin temor a ser combatidos.

Los altos elfos dominaban en cierto modo a los orcos, pero no tanto a sus monturas. A veces, por temor a que hirieran a sus pegasos, tenían que luchar desde el aire. Superaban en número a los orcos, y podían luchar con espadas, arcos y lanzas… con todo, los orcos se defendían bien con sus rebanadoras, lanzas y arcos. Y, que no decir de los orcos negros…

Aunque quedaba un número muy limitado, se defendían como bestias… y atacaban con una crueldad, propia solo de ellos.
Vanya junto a tres de los suyos, se vieron rodeados por varios de ellos; uno era el cabecilla de los orcos negros. Logró acabar con uno de ellos con su “Arco Fénix”, la flecha se prendió y al alcanzar el cuerpo del orco negro, lo carbonizó. Pero no tuvo tiempo para volver a utilizarlo, pues los demás orcos negros enseguida se les echaron encima. El general logró parar la acometida del líder orco, al que le rebotó la fuerza de su impacto contra el mismo, pues el “Escudo Espejo Élfico” tenía esta peculiaridad. Los otros orcos negros consiguieron derrotar a los tres altos elfos que acompañaban a Vanya… y querían unirse a su líder contra el general elfo. En cuanto el gran orco negro se dio cuentas, mató a uno de los suyos, y prometió matar a todo aquél que le disputara su presa.

Vanya al principio se defendió bien de los golpes de rebanadora del orco, pero pronto comenzó a notar el cansancio. Físicamente, su oponente era un mastodonte… todo músculo; y en la lucha era una máquina de matar. Parecía no cansarse nunca. Sus golpes eran brutales, y atacaba con todo, incluidos garras y colmillos.
Sin embargo, tenía una gran experiencia en la lucha, se había curtido en mil batallas, y era listísimo.
Sabía cuales eran los puntos débiles en los rivales de gran tamaño… los tobillos y las rodillas. Así, que solo debía esquivar los ataques del enemigo, y esperar a que bajara la guardia, para atacarlos.
No tardó mucho en conseguir herir uno de ellos. Pero entonces, el enorme orco enfurecido, lanzó un ataque tras otro, y Vanya no tenía tiempo ni para atacar, ni casi tampoco para recobrar el aliento. A pesar de todo, al final se arriesgó, pues no podía esperar más, ya que estaba agotado… y en el siguiente ataque el orco negro acabaría con él.
Consiguió herirlo cerca de la rodilla de la misma pierna que le hirió el tobillo… logrando dejarlo cojo de esa pierna. Pero, el orco no desaprovechó la oportunidad y le asestó un golpe mortal al general elfo. Logrando matarlo.


Los elfos silvanos pronto acabarían con los hobgoblins. Tenían a su favor los halcones gigantes, los unicornios, y que eran mayoría frente a estas criaturas agresivas y despiadadas. Además, contaban con mejores armas… espadas, lanzas y arcos; y sus enemigos sólo con espadas, hachas, y escudos. Con todo, durante cierto tiempo le ofrecieron resistencia. Después, se unieron a los duendes contra los goblins. Éste fue un bonito combate… a pesar de ser muy pequeños, disponían de armas muy variadas. Para los segundos, la armas espora, hechas de hongos y mohos venenosos, les resultaron muy útiles. Y lo mismo les sucedió con las redes, que contra los duendes les eran muy eficaces. Éstos no podían amansarlos con su música, pero si podían llamar a los pájaros del bosque iluminado para que los atacaran.
Además, como sus enemigos, tenían armas venenosas… las cerbatanas de dardos venenosos. Pero también podían atacarlos con hondas, arcos y lanzas.

Aunque los goblins comenzaron con quinientas unidades, y entre los elfos silvanos y los duendes superaban las trescientas con dificultad… el combate, aunque igualado, pronto fue decantándose a favor de elfos y duendes. Sin embargo, sufrieron numerosas pérdidas.

Luchando contra los tres trolls estaban Mónckhar, Almare, Isilion, Máblung y Guizbo. Máblung, aunque herido, se unió a su rey Almare y a su príncipe Isilion… y juntos, desde cierta distancia, los tres elfos acribillaron con sus flechas a los trolls. Mónckhar y Guizbo se defendían como podían con sus espadas. El gnomo utilizaba además un hacha y un pequeño mazo. De todas formas, los trolls eran unos adversarios temibles… lanzaban sus cachiporras y sus grandes mazos contra sus oponentes, y éstos tenían que defenderse.
Los elfos tuvieron que utilizar también sus espadas; sin embargo, Máblung se tuvo que quedar a la retaguardia, con su arco; pues las fuerzas no le daban para más.

Guizbo evitó muchos golpes, trasladándose instantáneamente. Y cuando atacaba, a veces se volvía invisible para sorprender a sus adversarios.


      Los doscientos longorianos que quedaban estaban conteniendo a los dos trolls de piedra. Aunque eran muchos, y además de lanzas y espadas tenían arcabuces… los trolls de piedra estaban protegidos por su dura piel. Así que, los balines no conseguían atraversarla. Los trolls lo atacaban con sus rudimentarios mazos de piedra y con el ácido de sus estómagos, que escupían por la boca. Los longorianos morían con los cráneos aplastados o abrasados por el ácido. Aunque, algunos no llegaban a morir… gritaban de dolor, con algún hueso destrozado, o alguna parte de su cuerpo fundida por el ácido.
Por suerte, Jahnk, el hombre-árbol estaba allí para ayudarlos. De modo, que los longorianos decidieron repartirse. Unos ciento treinta atacaron a uno de los trolls de piedra, y los cuarenta restantes se unieron a Jahnk contra el otro.
El hombre-árbol cuando el troll se disponía a arrojarle el corrosivo ácido, aprovechó para lanzarle una gran roca a la boca, dejándosela inutilizada.

Aunque con muchas más muertes, acabaron con uno de ellos. El otro era cuestión de tiempo.


      Los gigantes, hasta aquél momento, habían causado muchas muertes. Ninguno era rival para ellos. Todo el que tenía valor para enfrentárseles, moría rápidamente. Sin embargo, todo esto acabó con la llegada de los dragones y Eléndil.
Dos de los azules fueron a por ellos; Krakok el dragón que montaba Silvan, y el dragón del mago.
A pesar de ello, no era fácil atacarlos. Para poder acabar con ellos, debían acercarse mucho, si no era así, sólo conseguían producirles heridas sin importancia. La primera vez que Krakok se acercó lo suficiente, el gigante se protegió con su cachiporra, y ésta se incendió… así que tuvo que deshacerse de ella.
Durante las siguientes veces, el gigante no paró de atacarlo con su espadón, para no dejarle  ocasión al dragón de lanzarle su fuego.

Mientras tanto, Eléndil que fue a por el cíclope, no tardó en acabar con él.
Se valió del destello cegador, un hechizo elemental del nivel uno, para provocar una ceguera temporal en el único ojo del cíclope. El dragón del mago aprovechó el momento para lanzar una bocanada de fuego, que carbonizó al cíclope.

Silvan siguió insistiendo con el otro gigante hasta que éste logró agarrar una de las patas del gran azul. El dragón intentó deshacerse, pero no lo logró. Por suerte, Lana que había seguido la lucha desde cierta distancia, acudió enseguida a ayudar a su amado.
Su dragón atacó por la espalda al gigante, así que éste no lo vio llegar. Una gran llamarada acertó de lleno en su objetivo, terminando con su vida, rápidamente en llamas.

Una vez acabaron con los gigantes, los dragones no tardarían en reducir al resto de enemigos. Dando por concluida la matanza.


Sí, habían ganado la batalla, pero a qué precio…

Éaguer murió en Lásgarot. Alan y Vanya, aunque pudieron participar en “La Batalla de las Praderas de Sunesti”, también murieron.
Ghakan y Máblung estuvieron muy cerca de no poder contarlo; y Almare y Gúnnar también resultaron heridos.  Además, sus tropas quedaron muy reducidas. Contando incluso los heridos… quedarían unos doscientos elfos silvanos, ciento veinticinco longorianos y setecientos cincuenta altos elfos, en lo que se refiere a las tropas de la alianza. En el resto, quedaron unos quinientos yumerios, y veinte duendes. Jahnk como único superviviente de los hombres-árbol, aunque su estado era deplorable… y un sólo halcón gigante, de los que acudieron con los elfos silvanos…

…Hasta los dragones azules vieron reducido su número considerablemente.


Por todo ello, a pesar de haber vencido, todo el mundo estaba triste y cabizbajo.





     
      Al poco tiempo, meses después de la batalla, en Silvanya nacía el hijo de los príncipes Isilion y Mialee… al que llamaron Joel.



Aquél sería el primer motivo de alegría de nuestros amigos, tras tanto sufrimiento.





9 comentarios:

  1. ¡Ju, ju, ju! ¡Qué batalla! Una carnicería en verdad. Chau a Alan y a Vanya. Que en paz descansen... ¿Para cuando los demás? (Por un momento me sentí como nuestro amigo George Martin, je, je, je, je, je, je). Por suerte entre tanto sufrimiento y tristeza nació Joel... Intuyó que más adelante tendrá un papel relevante en la historia, ¿no? Je, je, je. ¡Saludos!

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    1. Alguno tendrá que morir para que sea creíble, no siempre todo puede salir bien.
      Joel es en honor a mi hijo que se llama así.
      Y sí, en libros posteriores puede tener relevancia.
      ¡Saludos!

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  2. Me he quedado loca con la muerte de Alan, por que como hace tanto que no me paso por aquí me bailaban los nombres y me he pasado tres minutos intentando recordar los nombres de todos... sin ni siquiera seguir leyendo y recordar que era el marinero. Pobrecito. Y pobre Vanya.
    Menuda masacre, pobres fuerzas del bien... pero bueno, de todo se aprende.
    ¡He vuelto! Es que con estos capítulos tan largos no me valen diez minutos para continuar con tu historia, lo siento.
    Saludos.

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    1. Has acertado, el marinero. Y Vanya el general de los altos elfos.
      Tranquila, no pasa nada. A mi pasa lo mismo con los escritos de Nahuel Herrera son tan largos que los tengo que leer en varios días.
      Saludos.

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    2. Y lo peor es que no me acordaba del nombre de Kevin y yo como "no puede ser, ¿verdad?" Y he seguido con la duda hasta que a la lista de Irene se le ha ocurrido seguir leyendo...
      Saludos :)

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    3. Jajaja. Eso sí que no te lo perdono.
      ¡Pero si es el protagonista de la trilogía, y el segundo, tras Silvan, de este libro!
      :@

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    4. Ya, pero bajo presión me quedo en blanco, soy muy así. Por favor, perdoname jajaja.

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  3. ¡¿Cóoooomoooo?! ¡Has matado a Vanya! Y no contento con eso, ¡vas y matas a Alan también! Esto sí que no me lo esperaba de ti... ¬¬ Eres un asesino despiadado... (te miro de reojo con cara de "ya te vale...") XD

    Un capítulo increíble, como todos en los que te adentras en la batalla. Sólo una cosa, que espero que no te moleste, te lo digo como amante de la acción cuando leo. Creo que cuando estás en plena batalla, no deberías dar tantos detalles de cómo son los que pelean. A ver si me explico... Estás en plena batalla, y de pronto hay un parón para describir con pelos y señales a los diferentes personajes. Eso hace que se ralentice la acción. Es sólo un detalle que he visto ;) Para nada quiero que pienses que no me gusta cuando describes a las bestias, es una de tus grandes virtudes, pero quizá deberías hacerlo antes de entrar en batalla, para que así luego la acción sea continua. (Es sólo un consejo, luego tú haz lo que creas, eeehhh???) :)

    Bueno, pues un triste capítulo, aunque emocionante.

    ¡Un abrazo! Esta noche quizá vuelva por aquí :D
    ¡Feliz domingo! ^^

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    1. Sí, soy un escritor asesino de personajes. No lo sabías... Jeje.
      Gracias. Me alegra que te gusten mis batallas.
      Gracias también por las críticas constructivas. Ya me lo habían dicho antes y lo he intentado remediar en los siguientes libros.
      ¡BIEN! Vuelve eh, o sino, amenazo con matar a más personajes.
      Te estaré esperando.
      Hasta entonces, pasa una buena tarde de domingo.

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