martes, 4 de abril de 2017

Relato: Uriens. El Mercenario.



Autor: Ignacio Castellanos.






(Nuestras decisiones forjan nuestro espíritu
al contrario que nuestros pensamientos)

––Famoso dicho Nÿmberiano




Al atardecer ya se podía ver desde las colinas El Reino Oculto, pues así llamaban los humanos al inmenso bosque que daba cobijo al único territorio elfo en Calebor. Los árboles de sus fronteras eran muy altos, más altos que la torre de un terrateniente, y la luz del sol moribundo de otoño siempre arrancaba destellos cobrizos a sus hojas y cortezas. Del interior no llegaba sonido o imagen alguna, solo oscuridad. Podías cruzar el bosque entero y no toparte con ningún elfo ni con ninguna de sus construcciones; no, si ellos no querían que los vieras. Desde el término de la gran guerra, los elfos habían anunciado su decisión de restringir la entrada sólo a aquellos que consideraran dignos, de no ser así, se reservarían el derecho de ejecución. Los reinos humanos poco podían hacer contra esa ley, ya que tras la guerra, los reinos no eran tal cosa, tan solo eran una ciudad y unos pocos señores tratando de amasar la fortuna sobrante de la mesa de los vencidos.

Uriens observaba lleno de sentimientos contradictorios las fronteras del bosque. Le habían contratado para encontrar a una chica de 16 años que según fuentes poco fiables había sido secuestrada por un elfo. El padre de la joven era el alcalde de Villa del Siervo. Tras la guerra, la villa había extendido sus fronteras, pues se había visto poco afectada por la guerra. Ambos bandos la habían respetado, ya que suministraba buen cuero y flechas de calidad. Un dato importante para un mercenario como Uriens, ya que eso quería decir que no habría problemas con el pago, y si lograba encontrar aunque solo fuera una prenda manchada de sangre, conseguiría bastantes monedas para aguantar las primeras semanas del invierno. Y ahí estaba él, con su yegua negra a la que llamaba Chispa, y una larga espada atada con tiras de cuero a la espalda y un estilete en el costado izquierdo. No buscaría una pelea que no podría ganar, y dentro de El Reino Oculto, sabía que no podía ganar de ninguna manera. Se ajustó bien fuerte el jubón de cuero negro, desmontó de Chispa y la llevó por las bridas hasta el interior del bosque.

Al principio, el camino era sencillo, sin muchos obstáculos salvo alguna roca, y raíz, pero a escasos 100 metros, el bosque comenzó a oscurecerse y a volverse cada vez más y más tupido. Tuvo que detenerse en un pequeño claro, casi no podía ver ni sus propias manos. Chispa parecía mas tranquila incluso que en campo abierto, era como si supiera que su cuello no corría ningún peligro al contrario que el mercenario. Con algo de yesca, un pedernal y el estilete, hizo un fuego. No temía a los salteadores ya que ahí el único humano estúpido era él. Asó una salchicha y se la comió. Los ojos se le empezaban a cerrar pero en seguida los abrió de par en par al ver llegar a un ser enano encorvado, de piel gris, ojos grandes, amarillos y saltones, y orejas increíblemente largas y picudas. Parecía ir completamente desnudo, aunque el largo pelo de la ingle le servía como prenda natural. La criatura se sentó frente al fuego y asó una seta.

Uriens deslizó la mano derecha al estilete. En un abrir y cerrar de ojos podría atravesarle el cráneo a través del ojo, lo tenía bien calculado, aunque instintivamente borró ese plan de la mente, ya que no sabía si su visitante iba solo, quizás era una prueba y estaban observando cómo se desarrollaba la escena.

     ––Por favor sírvete tu mismo.

Le indicó Uriens señalando una salchicha que llevaba en un retal de cuero. Intentó esbozar una sonrisa que más parecía una mueca siniestra. El visitante lo observó y sin mover un músculo le respondió.

     ––Te conocemos bien, demonio de Ivgade, el que perpetró la mayor matanza de humanos en toda Calebor...

La criatura no quitaba la mirada del ojo rojo derecho de Uriens y de la espantosa cicatriz que deformaba parte de ese lado de la cara. No le molestó, estaba acostumbrado.

     ––No eran humanos buenos.

     ––Ah...así que eres una curiosa anomalía entre los de tu especie.

     ––¿Cómo dice?

     ––Tienes un código moral a tu manera primitiva, si es que crees diferenciar entre alguien malo y bueno, claro está.

Uriens volvió a esbozar una mueca siniestra y miró alrededor sopesando la situación.

     ––Ahora mismo estoy haciendo uso de ese primitivo código moral

La criatura comenzó a reír a carcajadas. De pronto paró y le habló a las sombras.

     ––Wisna, ven, preséntate a nuestro invitado.

Las hojas y el musgo débilmente iluminados por el fuego, comenzaron a ondularse hasta tomar la forma de una mujer menuda, bien proporcionada, baja aunque no tanto como una elfa; su piel era verde, sus formas curvas y bellas, el pelo rubio espeso y muy largo, sus ojos también eran de un verde intenso.

     ––No parece un peligro para El Reino Oculto, solo parece un peligro para los de su propia especie.

Uriens sabía reconocer a la perfección a una ninfa del bosque, estaba sorprendido, y a la vez herido en su inteligencia, pues no había previsto que el bosque estaría habitado por algo más que elfos. Mantuvo el rostro frío como una piedra e intentó no mostrar ninguna emoción en la voz.

     ––Una chica humana, de 16 años, se adentró con un elfo hace dos días en las fronteras de vuestro reino.

Los dos compañeros de hoguera se observaron divertidos.

     ––Si es tal y como dices no vamos a interponernos en el amor de esos dos jóvenes, aunque si como dices él era un elfo, dudo que la trajera aquí pues a ella la expulsarían de inmediato o algo peor... ––dijo Wisna de manera suave, atravesando con la mirada el rostro de Uriens.

     ––¿Y si no era el amor lo que los movía? ¿Y si el elfo simplemente tenía unas intenciones menos...inocentes? ––respondió impertérrito Uriens.

La criatura encorvada gorjeó y escupió en el suelo

     ––Si te hemos dejado con vida es por tu reputación. Ligfligt (basura), pon mucho cuidado en tus palabras o...

Urines se incorporó acercando su cara a las brasas para que sus dos compañeros vieran bien su cara a la luz del fuego, cada pliegue, cada herida, y especialmente el ojo rojo, brillante, furioso, terrible.

     ––Creo que no es casualidad vuestra visita, creo que no sois ningún comité de bienvenida, creo que vosotros habéis vendido a la joven a algún grupo o secta de jóvenes elfos con ganas de irritar a sus padres con cachorros de humano... ¡ah! y déjame hacer una última deducción fligath (mestizo) no saldréis vivos de aquí si no me decís si sigue con vida o...

Pero no pudo terminar la frase pues la criatura encorvada se lanzó contra Uriens. Éste, desvió sus garras fácilmente con el estilete causándole alguna herida en sus bulbosas manos. La ninfa se transformó de pronto en una anciana fibrosa con un único colmillo largo en la boca, se abalanzó al costado derecho de Uriens, haciéndole un buen agujero en el cuero pero sin apenas rozar la piel. El mercenario aferró su melena rubia con la mano enfundada en cuero tachonado, y mientras daba una patada brutal al rostro de la criatura mestiza reventándole la nariz repleta de granos, introdujo el estilete en el ojo izquierdo de la ninfa haciendo que esta se revolviera y convulsionara con él clavado hasta la empuñadura. Pero no se detuvo a ver como moría,  desenvainó la espada larga y apuntó con su filo al sanguinolento bulto de grasa y granos.

     ––Aún tienes una oportunidad...

     ––¿De salvarme? ––dijo irónicamente mientras escupía sangre y dientes

     ––De no morir como tu amiga.

     ––¿Crees que te dejarán salir vivo después de esto?

     ––¿Crees que les importáis algo a los elfos? se creen más elevados que cualquier otra raza, pero poseen un sentido del deber muy parecido al de los humanos. No creo que sus panfletos sobre protección y castigo sean extensibles a vosotros...aunque no he leído la letra pequeña, creo que me arriesgaré.

     ––La chica... ––paró un momento el duende, y  escupió otro diente––, la chica que buscabas es Wisna, la acabas de matar.

Uriens no se esperaba eso

     ––A veces los hijos no son como esperas...y me temo que la hija de tu alcalde era bella como una ninfa, porque tenía sangre de ninfa...yo solo quería darle una vida en El Reino Oculto, vimos en ti una oportunidad de borrar su pasado

     ––Sigo sin creerte.

     ––Ellos nunca vieron con quién se fue, solo supusieron, y en parte supusieron bastante bien.

Uriens estaba turbado, dolido, resentido, solo quería clavarle la espada hasta la empuñadura al duende torcido que tenía delante por pura frustración, pero solo lo hizo en su imaginación. En vez de eso, lo ayudo a limpiarse la cara. Cogieron a Wisna y la enterraron entre unas piedras clavadas en la tierra acabadas en punta y cubiertas de musgo. El duende no dejaba de llorar. Chispa comía rastrojos de hierba que crecía entre los troncos, y mientras, el sol comenzaba a iluminar débilmente las copas. El duende se perdió en la espesura sin mirar atrás. Uriens cogió a Chispa por las bridas e hicieron el camino de vuelta sin encontrarse un solo elfo, pero al fin y al cabo tampoco era tan raro no encontrarse a ninguno en la frontera, visto así no era muy diferente de lo que ocurría en las fronteras de las ciudades humanas.

Uriens explicó lo ocurrido al padre de Wisna. Sin omitir nada. Fue brutalmente sincero. En parte sentía en las tripas que debía ser así.

     ––Así...así que era una ninfa...no me lo puedo creer, cómo es posible, su madre no era, no era…

     ––No tiene nada que ver, a veces pasa sin más.


Al alcalde le temblaban los bigotes, llevaba varios días sin afeitarse las mejillas, y las ojeras comenzaban a coger forma alrededor de los ojos. Le lanzó un saco pequeño de cuero sobre un montón de papeles repletos de sellos y firmas que tenía sobre la mesa. Uriens lo cogió, vio que no pesaba mucho. Se giró y se fue cerrando con suavidad la puerta. No vio que tras la puerta el alcalde tomaba un líquido negro de un vial sin etiquetar. Poco después las campanas anunciaban que el alcalde había muerto. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario