domingo, 28 de diciembre de 2014

Capítulo 30 de Dragonstones 1








LA FELICIDAD HA VUELTO





Muchas cosas pasaron durante el mes siguiente al término de la guerra…



Una vez se ocuparon de los muertos y los heridos, los días sucesivos en Longoria, fueron especiales porque… una parte de los dragones verdes se marchaba de nuevo a su tierra. Aunque, los que habían servido de montura al grupo, no lo harían, por el momento.





Todos se encontraban en las puertas del sur de Longoria aquella mañana. Había pasado una semana desde que terminó la guerra. Y allí, ante todos, se encontraban dos grupos de dragones: el que se marchaba, y el que aún se quedaba.

Ázumack, su líder, les dijo:

-Partid hacia nuestra tierra. Pronto nos volveremos a encontrar. Cómo nos gustaría a nosotros poder marchad también. Pero, aún tenemos que llevar a nuestros jinetes a Silvanya, después que los elfos silvanos regresen a su pueblo.

-Os estaremos esperando. Hasta entonces -expresó uno de los que se marchaban.

-Corta será la espera Ázumack. Pronto podréis partir a vuestra tierra -intentó tranquilizarlo Silvan.



Y dicho esto, uno de los grupos de dragones verdes se elevó del suelo, para volar hacia el este. Mientras, tanto longorianos como elfos se despedían de ellos agitando los brazos.





En la siguiente semana, antes que los altos elfos se marcharan a la isla de Loft; tanto los longorianos, los elfos silvanos, como ellos, se reunieron en un concilio, y acordaron una alianza entre los tres reinos… para ayudarse en tiempos de guerra.

En ella estuvieron presentes: el Rey Mónckhar, ya recuperado, y el príncipe Ántrax, por parte de Longoria; el Rey Almare, por parte de los elfos silvanos, y el general Vanya, por parte de los altos elfos.



Tras esta alianza, fueron estos últimos los siguientes en partir, hacia sus tierras. La despedida no fue muy emotiva. Pues los altivos elfos no eran muy dados a mostrar sus sentimientos. Pero, sí recibieron con mucho cariño los agradecimientos por haber acudido a ayudar a Longoria, por propia iniciativa. Así que los dos mil quinientos que aún quedaban, partieron volando en sus pegasos hacia la isla de Loft.



Su Rey, Eldaron, ya esperaba su vuelta. Ya que había observado todo acontecido hasta el momento, en su espejo mágico élfico. De modo, que hizo los preparativos, para que fuesen recibidos como se merecían.







En la tercera semana, el general de los elfos silvanos, Máblung, por fin se recuperó de sus heridas. De manera, que ya sólo quedaba Isilion malherido.



Una mañana, sucedió algo que alegró enormemente a Mialee...



Su amado, que había recobrado la conciencia una semana después de la guerra; no recobró entonces la vista, e incluso hasta hace dos días había tenido los ojos vendados.



...Aquella mañana, se despertó diciéndole entre lágrimas de alegría:

-¡Puedo verte!



Ella que había estado junto a él desde que lo hirieron y, que sólo se había separado de él breves instantes, en contadas ocasiones, no pudo reprimir su alegría y lo abrazó con todas sus fuerzas, regalándole un beso lleno de amor.



Luego, hizo llamar a su padre…



Cuando el Rey Almare llegó y vio que se le había curado la ceguera, también se alegró.

Entonces, Mialee e Isilion, se sinceraron con él, y le contaron lo que sentían ambos el uno por el otro; y él le pidió casarse con ella.



El Rey Almare se sorprendió un poco… no de lo que le dijeron, ya que había intuido los sentimientos por parte de ella. Sino, del atrevimiento, la entereza, y la sinceridad con la que Isilion le pidió la mano de su hija. La que algún día sería reina de Silvanya.



-Veo, que en verdad, tus palabras son sinceras. Además, tu valía tanto en la búsqueda de la piedra verde como en la guerra, y tu valentía a la hora de pedírmelo, merecen mi respeto.

También, creo que junto a ti, mi hija será muy feliz; pues, he visto cuanto te ama y ha sufrido por ti, durante tu convalecencia. Así que… te concedo la mano de mi hija.

Dentro de unas semanas, cuando volvamos a nuestro pueblo… ¡se celebrará la mejor boda que en Silvanya se haya visto! -terminó exclamando Almare.

-Gracias padre -se expresó la princesa Mialee en idioma élfico, abrazando a su padre.

-Estoy deseando verte vestida de novia. Estarás hermosísima.





Días más tarde… transcurrido un mes desde que terminó la guerra; tanto Isilion como el resto de heridos, se habían restablecido totalmente, y las salas de curación quedaron vacías.



Ahora sí, era momento para alegrías.



El grupo aprovechó para dar vueltas en los dragones verdes y disfrutar de los paisajes que rodeaban la ciudad de Longoria. El día siguiente, sería un día importante y largo, pues se celebraría una fiesta en la que durante la mañana al grupo de héroes se les reconocería los méritos por conseguir la piedra verde, y por vencer a las fuerzas del mal. Luego, en la tarde, se celebraría un gran banquete en honor, también, a la última noche que los elfos silvanos pasarían allí.

Se haría alrededor de palacio; situando las mesas en la calle circular que lo rodeaba. Y, por último, ya entrada la noche, se realizaría un baile, ya dentro, con ropas de gala.





A la mañana siguiente, la calle principal, que iba desde las puertas del sur de Longoria hasta palacio… estaba atestada de gente que querían ver la entrada del grupo de héroes. Asimismo, las murallas estaban llenas de soldados longorianos que vitoreaban a los héroes al entrar por las puertas. Éstos, aunque vestían ropas de guerra… no llevaban ni cotas de mallas, ni armadura. Las ropas actuales eran mucho más vistosas que las anteriores. Se las habían hecho para esta ocasión especial. Del mismo modo, sus monturas: los caballos, los unicornios, y el pony, habían sido lavados, peinados y aceitados. Como a sus jinetes, los vistieron para la ocasión, excepto a los unicornios, que nunca llevaban nada encima, aparte de ellos.



Primero, iban volando, a baja altura, los ángeles, Ilene y Láslandriel; uno a cada lado de la calle, encabezando el grupo junto a Silvan, que montaba su caballo marrón oscuro, y Kevin, que montaba su unicornio color ocre. Tras ellos, iban Susan y Éric, montados en los suyos, el blanco y el negro. Luego, Lana y Eléndil, montados en sus caballos. Seguidos de Mialee e Isilion, montados en sus unicornios: el de ella de color marrón, y el de él color cobrizo con las crines y la cola de color crema. Detrás, marchaban Tristan en su caballo robusto, y Gúnnar en el pony. Y por último, Alan e Éaguer, ambos en caballos (el antiguo Señor de la Guerra de los jinetes del caos montaba el que antes llevaba Justin).



Las gentes los aclamaban… y desde los balcones de las casas junto a la calle, les lanzaban pétalos de todo tipo de flores.



Por fin, llegaron hasta palacio, dónde los esperaban desde arriba de las primeras escaleras: los reyes de Longoria, Mónckhar y Thora, su hijo Ántrax, y el Rey Almare y el general Máblung de Silvanya.



A todos les reconocieron sus méritos, y les hicieron regalos reales. Tras esto, se lanzaron palomas blancas en señal del termino de la guerra, al cielo azul de aquel día despejado, dónde los tres soles: el amarillo, el blanco y el rojo, lucían en lo más alto.

Luego, se inició el banquete dónde todos comieron y bebieron todo lo que quisieron de las mejores exquisiteces, y rieron como no lo hacían desde hacía mucho tiempo.

Cuando oscureció, y las dos lunas, la blanca y la gris, junto a las estrellas inundaron de luz aquella noche, se lanzaron fuegos artificiales de mil colores, y todos se quedaron a verlos, antes de entrar a palacio.

Antes del baile, todos cambiaron sus ropas por otras elegantísimas para la ocasión; y comenzaron una noche, en la que bailaron juntos: los reyes de Longoria, Isilion y Mialee, que también bailó con su padre, Ilene y Láslandriel, Lana y Silvan… y hasta Kevin y Susan, que bailó, también, con su hermano Éric.





La mañana siguiente a la fiesta, todos se levantaron tarde. Y los quinientos soldados del ejército de los elfos silvanos; comandados: por el general Máblung, junto al Rey Almare, a su hija Mialee, e Isilion; se despidieron de los longorianos. La princesa y su padre marcharon en los unicornios, ya que su prometido le dejó el suyo al rey. Los demás fueron a pie hacia el bosque Iluminado, para preparar en Silvanya, la boda élfica.





Unos días después, cuando los preparativos de la boda se habían hecho; partieron en sus caballos: el Rey Mónckhar y la Reina Thora de Longoria, junto a su hijo Ántrax… con una pequeña escolta, y la dama de compañía de la reina, Erwlyn.



Y un día después, que estos… partieron montados en los dragones verdes, a los que ya les habían puesto silla de montar, el grupo de héroes. Entre ellos, volaban los ángeles Ilene y Láslandriel.



Cuando todos llegaron a Silvanya, les quitaron las sillas y se despidieron de los dragones con mucho cariño. Silvan le agradeció la ayuda prestada a su líder Ázumack. De modo, que éstos partieron para reunirse con sus compañeros, en su tierra.





Unas horas después, comenzó la boda silvana. La mayoría vestían las ropas que habían utilizado en el baile de Longoria. Sin embargo, Mialee e Isilion vestían ropas más hermosas, aún.

La princesa elfa estaba radiante, con un vestido hecho por las pequeñas hadas del bosque iluminado. Sus cabellos estaban semirrecogidos, y varias trencillas caían de su cabeza. Una diadema la cubría, y pequeñísimas flores adornaban sus cabellos y su vestido blanco-esmeralda. Una delicada luz emanaba de éste, producto de la magia de las pequeñas hadas.

Isilion no llevaba nada especial en la cabeza… a pesar de ello, Mialee pensó que estaba más guapo que nunca.

Con el intercambio de alianzas, se culminó el enlace; al que asistieron además de los elfos silvanos… los hombres longorianos, los ángeles Ilene y Láslandriel, el bárbaro Tristan, el enano nórdico Gúnnar Ódegaard, las pequeñas hadas, los wíngedelfs (o duendes alados), las dríades, los duendes, y los gnomos. También, asistieron un gran número de animales, y pequeños pájaros cantores.



Tras éste, vino un banquete propio de elfos. Y luego, comenzó la música y el baile. En ésto, eran expertos, pues amaban el arte, y había entre ellos muchos: músicos, trovadores, bailarines, saltimbanquis o bufones.



La boda, y la fiesta de después, fueron un enorme éxito.



Entre ella se encontraban: Susan, Kevin, y Éric, que no pudieron evitar hablar sobre su llegada al mundo de Shakával.



Recordaron con añoranza que pertenecían a otro mundo, La Tierra. Y que allí, habían dejado a sus familias, que no sabían nada de ellos desde aquel día en que La Piedra Multicolor los transportó a este mundo. Hablaron además, de las aventuras y peligros que habían vivido buscando la primera de las Dragonstones; y de cuando lo consiguieron, que tuvieron que acudir con los dragones verdes para salvar a Longoria de una guerra, en la que vencieron.



Ahora estaban en paz; pero en el futuro, tendrían que buscar las Dragonstones que quedaban, para poder volver a su mundo… y para salvar Shakával, de las fuerzas del mal, y de su líder, Ízmer.

viernes, 19 de diciembre de 2014

Capítulo 29 de Dragonstones 1








DRAGONES





El grupo avanzaba a lomos de los dragones verdes, dirección a Longoria. Surcaban el cielo, cuando la noche casi llegaba a su fin.



Éric, se dijo que jamás olvidaría una experiencia tan emocionante. Había estado volando en aquel dragón durante toda la noche y parte del día anterior. Era una sensación que no había experimentado nunca. Sentía el aire sobre su cara, y como su pelo libremente se removía. Podía sentir el calor que procedía de aquella bestia; de modo que aunque era de noche y volaba, no sentía frío alguno.

Podía distinguir, aunque con dificultad, las montañas, los ríos, los bosques… y cualquier otra cosa que dejasen, tras su paso. Además, se sentía muy a gusto porque lo acompañaba todo el grupo y un gran número de dragones verdes.

Incluso se había atrevido a intercambiar algunas frases con el que montaba. Le resultaba raro que una criatura tan enorme y diferente pudiese hablar, y con tanta sabiduría.

Se prometió que aquella vez no sería la última en la que volara a lomos de uno de ellos. Pero, para ello debían ganar aquella batalla. Y no sería nada fácil.









Con el amanecer del nuevo día, llegaron junto con los tres soles.

Los primeros en verlos fueron los longorianos.

-¡Mirad padre… dragones! ¡Dragones verdes!

-¡Sí hijo! Y con ellos viene alguien -indicó el Rey Mónckhar, con una luz de esperanza en su rostro.



Silvan pudo ver, a lo lejos, su ciudad natal. Por fin volvía a ella, pensó. Poco después, descubrió la enorme muralla algo destruida; y vio lo que quedaba de lo que había sido una gran batalla en las puertas del sur. Aún, un reducido número de hombres, combatían.



-Ázumack, dirígete hacia la ciudad. La sobrevolaremos para ver que está ocurriendo. Y luego, decidiremos que hacer.

-Como desees -manifestó, mientras elevaba su vuelo.

-Ah, una cosa más. Que los demás dragones nos sigan.





El grupo de bestias llegó por el este. Desde lo alto de su dragona, Kevin vio la ciudad desde otra perspectiva. Bajo él, se encontraban: las casas, los edificios, y el palacio con sus elevadas torres. 
Como Silvan y Ázumack ordenaron que los siguiesen, eso hicieron, dirigiéndose a las puertas del sur.

Cuando las alcanzaron, el general longoriano pudo ver que el Rey Mónckhar y el príncipe Ántrax, aún seguían con vida.

-Éaguer, quiero que te quedes aquí junto a Tristan, Gúnnar, Kevin, Éric, Susan, Justin y Alan, para ayudar al rey y al príncipe. Los demás seguidme a las puertas del norte.



Silvan se dirigió hacia ellas con Ázumack. El resto, excepto los ángeles, lo siguieron en sus dragones, acompañados de las restantes bestias sin jinete.





Éaguer dijo a sus acompañantes:

-¡No podemos atacarlos con fuego, pues mataríamos también a los longorianos que luchan contra ellos! ¡Tendremos que lanzarnos en picado para que los dragones derriben algunos proscritos! ¡Entendido!





Primero se elevaron un poco más en el cielo, y luego, se arrojaron hacia el lugar del combate.

Abajo, tanto unos como otros vieron a aquellas bestias lanzarse hacia ellos. Y enseguida, comenzó a cundir el pánico en ambos bandos.

Entonces, Ántrax distinguió a Kevin entre los jinetes de dragones… y supo que estaban a salvo.

-¡Padre, están dirigidos por el grupo que enviamos a por la dragonstone verde! ¡No tenemos porque preocuparnos!

-¡Ordena a nuestros soldados que no huyan!





El grupo de dragones cayó sobre las tropas enemigas. Después, se elevaron de nuevo con los proscritos entre las garras; lanzando algunos por los aires, y otros, tragándoselos enteros, de una dentellada.





El pánico invadió en la mayoría de ellos, pero su líder, Márenon, junto con un centenar de proscritos, aún no se rendían.

-¡Quizás estemos perdidos! ¡Pero si hemos de morir, el rey caerá con nosotros!

No tardó en buscarlo y en dar con él, porque ya quedaban muy pocos en el campo de batalla. El rey se imaginó sus propósitos. Así, que se dirigió hacia él.

Márenon preparó su ballesta y le lanzó una saeta; pero Mónckhar la evitó protegiéndose con su escudo.

Siguió insistiendo, lanzándole más, y el rey las intentó evitar como pudo, al tiempo que avanzaba, en busca de él. Mientras preparaba la última, le arrojó su hacha del maestro. Ésta no le dio tiempo a evitarla con el escudo. Con que no tuvo más remedio que pararla con su espada.

Cuando volvió su vista hacia su objetivo, por fin se encontraba delante de él, pero un terrible golpe lanzado por el proscrito se le vino encima...

...sólo pudo evitarlo en parte, y su hombro quedó malherido.





Justin había visto desde su dragón que sobrevolaba la zona, toda la escena. Ahora el rey se encontraba en desventaja frente al líder de los proscritos. Recordó entonces, cuando le perdonó la vida, tras robarle La Piedra Multicolor a Kevin; y le permitió que acompañara al grupo, con el que tan buenos momentos había pasado.

-¡Dirígete hacia allí, debemos ayudar al rey! -le comentó a su dragón.



La bestia se dirigió hacia donde se encontraban Mónckhar y Márenon.

-¡No utilices tu fuego o podrías alcanzarlo también! ¡Quiero que lo recojas, antes que ese maldito acabe con él!





Márenon seguía atacando a Mónckhar. Éste se defendía sin su escudo. Lo había arrojado al suelo porque tenía que utilizar ese brazo para sujetar su espada; pues, le había herido el hombro del brazo con el que normalmente blandía su espada. Como no tenía la misma destreza con el que ahora utilizaba, su enemigo consiguió que cayese al suelo.

Justo cuando éste iba a asestarle el golpe definitivo, varias sacudidas de viento le azotaron el rostro. Levantó la vista hacia el cielo, y eran las fuertes batidas de las enormes alas de un dragón verde. Cuando la bestia bajó casi hasta el suelo, el quiso blandir su espada sobre ella para defenderse, pero ésta le mantuvo la vista desafiándolo. Entonces, no lo consiguió. Sus músculos se quedaron agarrotados por la impresión, y sólo pudo mearse encima. En su interior, se maldijo por ello. Visto lo visto, el dragón acercó sus garras y cogió al Rey Mónckhar y se lo llevó.

El general proscrito, vio como la bestia se elevaba de nuevo, dándole la espalda, marchándose volando.

-¡¡¡Esto no quedará así!!! -dijo lleno de rabia, entre lrágimas.



Así que recogió su hacha del suelo, y se la lanzó a Justin con todas sus fuerzas…



...logró alcanzarlo entre el cuello y la cota de malla...



El terrible golpe le hizo caer del dragón, muy mal herido.

Márenon no perdió ni un segundo. El muy cobarde, fue hacia él para rematarlo.

El joven cortabolsas, al verlo venir, sólo tuvo fuerzas para hacer sonar su cuerno...







Tristan fue el primero que acudió en su ayuda.



-¡Acaba con ese maldito proscrito! -le indicó a su dragón.



Éste lanzó una gran llamarada de fuego alcanzándolo, incluso antes que llegase hasta Justin.

-¡¡¡¡¡AAAAAAARRRRRGGGGHHHH! -el general proscrito gritó y corrió como un condenado. En un instante de lucidez, se lanzó al suelo y logró apaciguar las llamas; y aunque estaba abrazado, consiguió levantarse -Tengo que rematarlo... Tengo que rematarlo... -deliraba.



El dragón del bárbaro aterrizó y Tristan bajó de él.



-¡Maldito! ¡Aún no has sucumbido! ¡Ni la muerte te quiere entre los suyos, cobarde! -dijo al ver al líder proscrito con la cara abrazada avanzar hacia Justin tambaleándose con una espada en las manos. Así, que agarró su gran espadón de Barbaria y le sesgó la cabeza por el cuello. Ésta cayó rodando a unos metros. El resto de su cuerpo cayó de rodillas, y se mantuvo así -¡Aún no caes! ¡¡Ahora lo harás!! -el bárbaro le dio un fuerte empujón con el talón de su enorme pie, y el cuerpo del general de los proscritos cayó... ¡Vaya si cayó! Tristan enseguida pensó de nuevo en su amigo, y corrió deprisa en su ayuda. Lo encontró tirado en el suelo. Lo había presenciado todo.



-¿Como estás? -le preguntó.

-Mejor que nunca. He conseguido salvar a mi rey.

-Sí, pero para ello has puesto en peligro tu vida.

-No importa… Desde que iniciamos el viaje en busca de la piedra verde hasta ahora… he vivido más... que en una vida... en... teee... ra... -le explicó Justin, mientras murió en sus brazos. Incrédulo, se dio cuenta entonces, que sus manazas estaban llenas de sangre, de la herida que el muchacho tenía en la parte del cuello, entre la nuca y la cota de malla.

-Has muerto honorablemente, chico -masculló. A continuación, cogió su cuerpo sin vida, y lo subió a su dragón. Inmediatamente, se dirigió a lo alto de la muralla. Cuando la alcanzó, se encontró allí al Rey Mónckhar, herido en un hombro. Entonces le dijo:

-Este muchacho murió para salvaros la vida.

-Merece ser enterrado como el mejor de los caballeros; con todos los honores -manifestó el rey.







El grupo que avanzaba tras Ázumack, el dragón de Silvan, consiguió llegar a las puertas del norte.

Lo que vieron no les gustó demasiado. Tanto el ejército silvano como el de los altos elfos estaban muy diezmados. En cambio, el ejército de los elfos oscuros era enorme.



Los pocos pegasos que volaban en el cielo, se apartaron al ver a los dragones. Por lo que, sus jinetes no tuvieron mas remedio que bajar a tierra firme, con los demás.



-¡Haremos una pasada por allí… donde sólo hay enemigos! ¡Vamos! ¡Abrazaremos unas cuantas escorias oscuras!



El grupo siguió a Silvan.



Pasaron por encima de la batalla, y se dirigieron a las filas traseras del ejército enemigo. Los elfos oscuros les lanzaron innumerables flechas, con sus ballestas de repetición; pero, aunque éstas no lograron atravesar la dura piel de los dragones, sí se clavaron en ella.

Ahora, sería el turno de ellos. Éstos lanzaron unas bocanadas de fuego, que cubrieron a las tropas enemigas con un manto de llamas. Muchos elfos oscuros murieron. Y sus cenizas fueron el único testimonio que dejaron en aquella tierra.



Láslandriel e Ilene se dirigieron volando hacia el lugar de la batalla. Sus enemigos cuando los vieron, los intentaron matar con flechas. Pero, el ángel creó una esfera mágica que los envolvió, protegiéndolos. Luego, antes de alcanzar tierra, ella lanzó su lanza de mano de Cesglan contra uno de los elfos que antes les había lanzado flechas… y lo mató. Una vez en tierra, utilizaron sus armas. Laslan, su gran espadón de Cesglan, e Ilene, su espada de Cesglan de dos extremos; para acabar con todos los elfos oscuros que le presentaran batalla.



Eléndil y Lana, desde sus dragones, comenzaron a lanzar conjuros de magia de batalla y de ilusionismo, respectivamente, para acabar y engañar a los elfos oscuros.



Silvan y Gúnnar bajaron de sus dragones, para ayudar a las tropas de Vanya.

Mialee, a lomos de su dragón, buscó con la mirada a su padre. Cuando vio que aún seguía con vida, unas lágrimas de emoción recorrieron su rostro.



-¡Isilion, he visto a mi padre! ¡Voy a bajar a luchar junto a él!

-¡De acuerdo! ¡Yo he visto a Máblung! ¡Bajaré yo también, para hacerlo a su lado!



La princesa elfa silvana, tras aplastar con su dragón a algunos elfos oscuros que luchaban contra Almare, bajó de éste y alcanzó a su padre, y ambos se fundieron en un emotivo abrazo.

-¡He vuelto como te prometí! -dijo entre lagrimas- ¡Y además, he cumplido mi misión! Encontramos la dragonstone, y ahora los dragones verdes están de nuestra parte. Isilion, también ha sido un gran apoyo. Y ha estado ahí, siempre que lo he necesitado.

-¡Nunca perdí la esperanza de que todo saliese bien, hija! -dijo también sollozando- Creo que ese elfo merece más respeto por mi parte, que el que se merece un simple arquero. Cuando todo esto acabe, hablaremos de ello.

-¡Gracias padre! -Mialee lo miró durante un instante a los ojos y volvió a abrazarlo de nuevo, demostrándole todo su cariño y agradecimiento. Padre e hija terminaron la conversación en idioma élfico. Ningún elfo oscuro los molestó mientras hablaban, porque el dragón aún se hallaba junto a ellos, esperando una orden.



-¡Puedes marcharte junto con los demás dragones sin jinete, que luchan desde el aire! ¡Nosotros nos quedaremos aquí a combatir! -le dijo el Rey Almare

-De acuerdo. Estaba deseando hacerlo -respondió la bestia.



El dragón desplegó sus alas y se alzó en el aire, majestuoso. El rey y la princesa lucharon juntos, espalda contra espalda.

Isilion también había dejado a su dragón para luchar junto a su general Máblung. Los elfos silvanos más importantes unían sus fuerzas contra el enemigo.



-¡¿Creo, que no lo has pasado en grande buscando la dragonstone?! -medio preguntó el general silvano..

-¡Bueno, está bien salir de vez en cuando de Silvanya para desentumecer los músculos! -le respondió Isilion.

-¡Cuidado con ese elfo oscuro! -le advirtió Máblung.

-¡No te preocupes por mi! ¡Creo que insisten más en acabar contigo! -gritó el arquero.







Darkice, el temerario general de los elfos oscuros se hallaba cerca de ellos dos. Habían sido innumerables los elfos que habían caído muertos a sus pies, pero era incansable. Cerca de él, también se encontraban: Silvan, Vanya y Gúnnar.

Éstos lo vieron, y querían ir a matarlo. Pero no podían, porque entre ellos y el elfo oscuro se interponían un gran número de corsarios y elfas guerreras.



Darkice vio a Máblung y se dirigió hacia él.





Eléndil y Lana habían encontrado una rival poderosa en el bando enemigo. Entre las tropas del ejército oscuro había una hechicera elfa oscura que lanzaba letales conjuros. Pero, la unión del mago y su aprendiza sirvió para acabar con ella.



Gúnnar, aunque enano, era experto en el combate y se defendía muy bien de los elfos oscuros. Mientras luchaba, se dio cuenta que Darkice se dirigía hacia los dos elfos silvanos.

-¡Silvan mira! ¡Esa escoria de elfo se dirige hacia nuestro amigo Isilion!

-¡Ayudémoslo! -el general longoriano se dirigió hacia él matando a tantos corsarios y elfas guerreras,como se interponían en su camino.







Cuando el elfo oscuro tuvo a Máblung lo suficientemente cerca, le lanzó una flecha con su arco largo compuesto. El general silvano que no lo había visto venir, tampoco vio la flecha a tiempo; y ésta se le clavó cerca de la clavícula. Isilion, al verlo caer herido, tensó su arco para lanzarle otra a Darkice… pero éste se le adelantó, y le lanzó shurikens explosivos. Cuando éstos lo alcanzaron, explotaron, provocandole heridas y quemaduras de gravedad en uno de sus brazos. Además, le hicieron perder parte de su visión, y caer desmayado.





Al general oscuro no le dio tiempo a regocijarse, porque, por su espalda apareció Silvan. Pero antes que le asestara un golpe con su espada longoriana… intuyó su presencia, y se volvió y se lo paró con la suya.

Los siguientes golpes, tanto de uno como de otro fueron con la intensión de matar al contrario.

-¡Acabaré con tu vida y la de los tuyos! -le dijo antes de lanzarle un golpe al estómago. El general longoriano lo paró con su espada, y le devolvió el ataque.

-¡No te será tan fácil!

-El elfo oscuro lo evitó con la agilidad de un felino.

-¡Cuando todos muráis le entregaré tu reino a mi señor, y con él la dragontone verde y la Piedra Multicolor! -esta vez, su ataque iba dirigido a su corazón. Silvan tuvo que ayudarse de su espada y daga, para cruzadas, parar el ataque.

-¡Te olvidas de los dragones! -le dijo mientras forcejeaba con él.

-¡Cuando matemos al chico de las piedras, nos servirán a nosotros! -ambos se empujaron y lograron despegarse. El líder longoriano le lanzó un golpe de su espada a las piernas, pero el elfo oscuro lo esquivó de un salto. Seguidamente hizo un molinete, y tras el ágil giro le lanzó un golpe con su espada bastarda para cortarle la cabeza. Silvan pudo esquivarlo gracias a que dobló su cuerpo hacia atrás. Pero algo sucedió entonces... en el fragor de la batalla, uno de los demás combatientes que luchaban a su alrededor, cayó malherido sobre Darkice, y éste sobre el líder humano, cayendo los tres al suelo, uno encima de otro. Ambos perdieron sus espadas. Silvan se encontraba debajo de ambos, y debido a su peso, no se podía mover. El malherido terminó de morir sobre el elfo oscuro, y éste, de un empujón logró quitárselo de encima. El general longoriano aprovechó ese momento, en que estaba desprevenido para agarrarlo por el cuello e intentar estrangularlo -¡A..a..a..a..! -articulaba el líder elfo oscuro mientras intentaba con sus manos quitarse los brazos que lo oprimían. Miró al suelo, y se le ocurrió algo, agarró un puñado de tierra y se lo lanzó a los ojos a aquel hombre. Éste lleno de escozor, lo soltó y se llevó las manos a su rostro. Entonces, al encontrarse sobre él, y tener ventaja, Darkice apretó fuerte los dientes para coger fuerzas, y le devolvió la jugada. Ahora era él el que estrangulaba a su enemigo -¡A... a... a...a... a... ! -articulaba esta vez Silvan. Pero, en ese momento, se acordó de su daga. Miró y vio su pomo sobre el suelo, aplastada sobre el peso de su propio cuerpo. A duras penas, consiguió sacarla, levantar un poco la protección de su enemigo, y clavársela en el vientre, hasta el fondo. La sangre comenzó a manchar las ropas del elfo oscuro, que murió al instante-. Ahh... ah -sólo consiguió decir.



Enseguida, se quitó el cuerpo sin vida de Darkice de encima, y acudió junto a Máblung e Isilion. Ambos se encontraban en muy mal estado. A continuación, llegaron Vanya y Gúnnar; y poco después, Mialee y Almare.

La princesa silvana se mostró muy abatida al ver el estado de su amado. Y desde aquel momento, ya no se separaría de él hasta que se curase.



El Rey Almare se sorprendió al ver lo importante que era el arquero para su hija.





Los dragones de los demás del grupo se posaron entonces alrededor de ellos; ya, que sólo quedaban apenas una veintena de elfos oscuros que no habían matado, y que aún luchaban contra los elfos del bando contrario.





Poco después, la batalla terminó tanto en las puertas del sur como en las del norte. El mal había sido derrotado. Pero, a un gran precio…

Había muerto Justin. Y habían herido al Rey Mónkhar, a Máblung y a Isilion; y además, los ejércitos habían quedado muy diezmados.

En las puertas del sur sólo habían sobrevivido unos mil soldados longorianos; y en las puertas del norte unos quinientos elfos silvanos, y unos dos mil quinientos altos elfos; y entre todos ellos, había muchos heridos. Pero por lo menos, habían acabado con el ejército de proscritos y el numeroso y terrible ejército de elfos oscuros. Casi nada…







En los días siguientes al término de la batalla, se incineraron los cadáveres de los enemigos, que habían sido amontonados en grandes piras… y enterraron con honores a todos los longorianos, elfos silvanos, y altos elfos que murieron combatiendo.



Justin fue enterrado con honores de héroe, junto a los altos cargos del ejército longoriano que habían muerto.

A su entierro, acudieron todos los que no habían sufrido heridas; excepto el Rey Mónckhar, que no quiso perdérselo por nada.

Su despedida fue muy emotiva. Tanto el Rey de Longoria como Alan, que se había hecho su mejor amigo; le dedicaron unas palabras.



En cuanto a los heridos, fueron atendidos de inmediato; pero algunos como Isilion, necesitarían bastantes días para recuperarse del todo.






Por otro lado, en el noroeste de Shakával, Ízmer desde su fortaleza, había seguido a través de su Esfera de la Visión Verdadera todo el transcurso de la guerra de Longoria.

Había visto como sus ejércitos habían sido derrotados pero, no estaba preocupado. Aquella guerra sólo había sido para él la primera de las que le seguirían. Contaba con muchos otros ejércitos a su servicio para poder hacerse con el dominio de Shakával.



Su sobrino Ellorion que estaba junto a él en esos momentos, admiraba la tranquilidad de su tío. Se prometió a sí mismo, aprender todo lo que pudiese de él, mientras fuese su aprendiz.



viernes, 12 de diciembre de 2014

Capítulo 28 de Dragonstones 1










UN NUEVO PELIGRO





Darkice acababa de cruzar el río cristalino montado en su caballo negro junto a su ejército de elfos oscuros… justo por el mismo sitio por donde lo hicieron: Mialee, Isilion, Kevin, Éric y Susan.



Había pasado mucho. Desde que llegaron a Shakával, a Kevin, Éric y Susan les había cambiado la vida por completo. Había sido una aventura llena de peligros y emociones. Y eso, les había hecho madurar.

Ahora, se libraba en Shakával la primera batalla trascendente de ésta época; y del resultado, dependía la vida de muchos. Darkice sabía de su importancia, por lo que no se perdonaría jamás defraudar a su señor Ízmer. Y de ningún modo, a sí mismo. Con que, lucharía hasta la muerte… o hasta el último aliento, para vencer.



Desde que partió de HIM, la isla helada de los elfos oscuros, había tenido que enfrentarse a los vikingos, nórdicos; y a aunque había sufrido algunas pérdidas, no previstas, los venció sin problemas. Luego, cuando llegaron a la fortaleza de Ízmer, aunque esperaba recibir la orden de partir de inmediato hacia Longoria, su señor le ordenó que esperase. Quería enviar otro ejército primero, para atacar las puertas del sur. Pero, la Lahmia aún no había conseguido reunirlo, así que, tuvo que esperar a que este primer ejército estuviese preparado y fuese enviado.



Cuando esto sucedió, por fin… pudo partir de la fortaleza de Ízmer.

Su misión era atacar Longoria por las puertas del norte.



Pero, en su camino hasta su destino, su ejército oscuro tuvo que pasar por varios pueblos a los que no dudó en arrasar y someter. Pasando a ser territorios dominados por las fuerzas del mal. Los dos primeros fueron Prásgar y Káslav. Luego, hicieron una breve parada en las montañas de los halcones gigantes para reponer fuerzas.

En la tarde del día siguiente, le tocó el turno a Sunesti. Tardaron mucho más en someterlo, ya que le llevó parte de la tarde y de la noche.

Ya, sin oposición, se dirigieron sin parar hacia Longoria, pero, a un paso tranquilo. Para no estar cansados, antes incluso, que comenzara la batalla.

No alcanzaron el río cristalino hasta bien avanzada la tarde siguiente.



Por eso, ahora que lo habían cruzado y su objetivo estaba tan cerca… delante de ellos; Darkice recordaba todo lo que le había sucedido, desde que partió de la isla helada hasta ahora; que se avecinaba el albor de la batalla.









-Ya están aquí, Máblung. Los longorianos deben saberlo. Enviaré a alguien para avisarlos -dijo Almare, desde lo alto de la muralla.

-No los veo, aún. Pero, su alteza dispone de mejores vistas, y debe estar en lo cierto. Hace bien en avisarlos.



Poco a poco, la delgada línea negra que apareció en el horizonte cuando comenzaba a ponerse el primero de los soles, el sol amarillo, se fue haciendo cada vez más grande, y convirtiendo en una inmensa mancha negra que avanzaba lentamente; y que se iba agrandando, conforme se acercaba.



-Ya los puedo ver -dijo Máblung-. Deben de ser muchísimos, tantos que no creo que podamos detenerlos… incluso, si se nos unen las fuerzas de las puertas del sur.

-Lo que dices es muy cierto. Esos condenados no han venido aquí de visita. Vienen a derrotarnos. Las leyendas que cuentan quienes los han visto combatir, dicen, que no tienen piedad. Arrasan y masacran los sitios por donde pasan; y nadie se salva de su ira. Además, están dirigidos por un elfo oscuro que inspira miedo a sus propias tropas. Y eso, no es fácil, porque desconocen ese sentimiento.

-¿Quién es?

-Darkice, he oído decir. Su nombre significa hielo oscuro. Lo llaman así, por su frialdad a la hora de matar.

-Si lo que has oído es cierto, espero que la ayuda llegue cuánto antes; o no quedará un solo elfo silvano que vuelva al bosque iluminado, con nuestras familias.



Cuando Máblung dijo esto a Almare, dejó de mirar hacia lo alto de la muralla donde se encontraba su rey. Aquella mancha negra, le cambió las expresiones de su mirada y su rostro, tomando ambas un cariz de terror, ante lo que se le venía encima.






En el otro lado de Longoria, el mensajero enviado llegó a las puertas del sur y dio la noticia a los longorianos.

Vanya que también había sido informado, le dijo a Mónkhar:

-Nosotros iremos a ayudar a los elfos silvanos. Aquí podéis bastaros vosotros solos. Ya quedan pocos proscritos. Así, que estaréis en igualdad de condiciones.

-Me gustaría ir contigo. Pero, tienes razón, Vanya.

-La batalla que se librará en las puertas del norte será recordada largo tiempo entre los elfos; pues allí lucharemos tres de las cuatro clases de elfos que habemos.

-No sólo será recordada por los elfos. Créeme Vanya -pronosticó el Rey Mónkhar-. Ahora marchad. No debéis perder un minuto, o los elfos silvanos estarán en peligro.



El general de los altos elfos y sus tropas se marcharon volando en su pegasos hacia las puertas del norte. En ellas esperaban los elfos silvanos.







El ejército de los elfos oscuros comenzaba a visualizarse. Ya, no sólo como una gran mancha negra, sino, que se podía distinguir las formas de los elfos y de sus caballos negros.



-Deben de haber unos siete mil -observó Ántrax. Y luego, dijo casi para sí: -Espero hija, que regreséis pronto con la ayuda de los dragones. Esa es la única oportunidad que tendremos de vencer; de lo contrario, estaremos perdidos.

-¡Escuchadme! -gritó Máblung-. ¡Debemos aguantar por lo menos hasta que llegue la ayuda! ¡Si conseguimos hacerlo, quizás podamos sobrevivir!



El ejército enemigo se fue acercando…



Primero, venían los lanceros. Tras ellos, los corsarios y las elfas guerreras; justo después, la caballería, y por último, los elfos armados con las ballestas de repetición.

No traían cañones ni cosas por el estilo; pues no los necesitaban, se bastaban por sí mismos, para aplastar a los ejércitos enemigos, a los que se enfrentaban.





Darkice ordenó a sus tropas que aligeraran el paso.

-¡Vamos, tengo prisa! ¡Estoy deseando acabar con esos cobardes!



Máblung y los demás elfos silvanos que los esperaban delante de las puertas, vieron como sus enemigos habían cambiado el paso.

-¡Lanceros preparados!

-¡Utilizad los cañones! -ordenó Almare a los longorianos de encima de la muralla. Estos siguieron su orden, y abrieron fuego.



Éste alcanzó al ejército enemigo, matando a muchos. Luego, el resto también fueron accionados, logrando acabar con muchos elfos oscuros.



Éstos sólo valdrían mientras el ejército oscuro se hallase a una distancia considerable. Cuando hubieran alcanzado el lugar donde se disputaría la batalla, ya no valdrían, se dijo Almare.

-¡Aprovechad esos cañones mientras os sea posible! ¡No perded tiempo! -gritó.



Los elfos silvanos no eran partidarios de las armas de fuego, pero, estaba claro que en aquella situación, éstos y los arcabuces de los soldados longorianos eran muy beneficiosos.



El fuego había provocado una nube de polvo y humo, en la que Máblung no distinguía a las tropas del enemigo. De modo, que no sabía lo cerca que ya se encontraban.



Para cuando éste se dispersó, era muy tarde…







La Reina Thora se encontraba en su habitación, en el interior de palacio. No estaba sola, junto a ella se hallaba su dama de compañía. Una muchacha que gozaba de su confianza, y la única que tenía ésta para hablar temas propios de mujeres. Erwlyn estaba preocupada por la reina, la notaba muy nerviosa. Demasiado, pensó. Sabía cual era el motivo. Longoria estaba librando una batalla en la que la vida de muchos longorianos estaba en juego, entre ellos: la del Rey Mónckhar y el príncipe Ántrax; su esposo e hijo.



-¿Puedo hacer algo para calmar su agonía, majestad? -preguntó, casi tan preocupada como ella.

-No mucho, Erwlyn. En estos momentos, no sé si mi esposo y mi hijo viven, aún… ni tampoco, que será de Longoria. Pero, agradezco que estés aquí, junto a mí. Tu compañía me hace más llevadero este momento.

-Gracias majestad. Es un honor para mí, oír esas palabras, viniendo de usted -expresó, llevándose la mano a los ojos, porque comenzaban a humedecérsele.

-Ven aquí -le instó la reina. A continuación, la abrazó mientras lloraba.

-Debería ser yo quien la consolara a usted, y no al contrario - musitó, entre llantos.

-No te preocupes. No importa. Te aprecio mucho; y si mi esposo e hijo muriesen, sólo te tendría a ti.

-No diga eso, majestad -dijo, mirándola a los ojos, mientras se quitaba las lágrimas con un pañuelo.

La reina se separó, entonces, de su dama de compañía y se dirigió hacia el balcón que había en su habitación, y miró hacia el sur. Vio la parte alta de la muralla, y algunos indicios de la batalla: humo, polvo etc. Pero desde tan lejos, no pudo distinguir mucho más.

-Espero que termine pronto. No aguantaré mucho tiempo esta incertidumbre -terminó diciendo la reina.






Las tropas de Darkice y las de Máblung chocaron en una embestida de lanzas y espadas.



La batalla había comenzado en las puertas del norte.



Almare, los elfos y los arcabuceros de la muralla, intentaron ayudar a Máblung, unos con sus arcos y otros con sus armas de fuego. Pero, a pesar de todo, no era suficiente… Eran demasiado pocos, para enfrentarse a aquel ejército, tan numeroso.



-¡Vamos, daos prisa! ¡Tenemos que alcanzar las puertas del norte! ¡Vamos a matar elfos oscuros! -con esta frase, Vanya y los altos elfos terminaron de cruzar el resto de la ciudad, entre el palacio y la muralla.

Llegaron cuando se estaba ocultando el segundo de los soles, el sol rojo. Desde el cielo, montados en los pegasos, vieron a lo que tendrían que enfrentarse. Un ejército que ocupaba casi la totalidad del terreno que había entre Longoria y el río cristalino.



-Mirad señor, han venido a ayudarnos -dijo uno de los elfos silvanos, al Rey Almare.

-¡Gracias! -le dijo el rey silvano a Vanya, cuando lo vio en el cielo-. ¡No sé que hubiese sido de nosotros si no hubieseis llegado!

-Debemos unir fuerzas. Somos pocos los elfos de honor que aún quedamos. Pero, lucharemos contra esos que aún se atreven a llamarse así… cuando, tanto han manchado el nombre de nuestra raza.

-De acuerdo. Pero, tenemos pocas probabilidades de vencer.

-Disfrutaré matándolos -fue lo único que le dijo Vanya.



Los altos elfos se lanzaron hacia la batalla. Los elfos oscuros que portaban ballestas de repetición, comenzaron a lanzar flechas hacia ellos, logrando herir a muchos. Los demás alcanzaron tierra firme y comenzaron a luchar.

Vanya, lo primero que hizo fue buscar con la mirada al general oscuro. Pero, no consiguió verlo, pues, eran incalculables los guerreros que se batían a su alrededor. Así, que mientras tanto, comenzó a matar a los que pudo.



Terminó por ocultarse el tercero de los soles, el sol blanco, y enseguida comenzó a oscurecer. No tardaron en aparecer las dos lunas, la blanca y la gris, sobre un cielo algo nublado.



La batalla siguió durante la noche. Y, aunque había luz, porque las lunas estaban casi completas, se encendieron algunas antorchas.



Poco a poco, el ejército oscuro se iba imponiendo en la batalla. Y, si el grupo no llegaba con la ayuda de los dragones para cuando los tres soles estuviesen de nuevo en lo más alto del cielo… Longoria caería a merced de los ejércitos de Ízmer.